¿VISTE THE KILLING?/
La mejor serie policial de los últimos tiempos

The Killing/Por: Cicco. Acabo de terminar la serie policial más perfecta de todos los tiempos. Se llama The Killing, y es una adaptación de la danesa Forbrydelsen. En junio puso punto final a la segunda temporada y a la resolución del enigma que la mantuvo en vilo a lo largo de veinte capítulos: la muerte de la joven Rosie Larsen.

No hay nada mejor que una serie que va varios pasos delante de uno. Esto es propio de un guión escrito por alguien que sabe. En The Killing cuando cree que ha dado con el culpable del homicidio, la trama toma un giro y enfila por otro rumbo. Uno se siente como un idiota. Los que crearon The Killling son de otro planeta. Y luego de dos temporada donde uno prácticamente ha sospechado de media ciudad de Seattle, ellos dan un último giro, un golpe de gracia donde cuenta, al fin, la verdad. Y el desenlace es tan a tope como el resto de la serie.

Los protagonistas, el dúo de detectives Linden, una oficial que el mismo día que encuentran el cadáver de Rosie está  por renunciar e irse a casar a Chicago, y Holder, un ex adicto que trabajaba en narcóticos y es su primer día en división homicidios, ese dúo es para alquilar balcones. Nunca hubo un par tan complementario desde los tiempos de Don Quijote y Sancho Panza y Batman y Robin. Al actor que intepreta a Holder –Joel Kinnaman- acaban de convocarlo para hacer la remake de Robocop. Apuesto a que será, en breve, una de las grandes revelaciones del cine. 

La serie aprieta, es dramática, vertiginosa, aplastante. Todas esas tiras CSI, Bones, Criminal Minds, toda esa porquería berreta gringa, quedan del tamaño de un poroto. Son niños jugando con revólveres de cebita. The Killing es la posta. La carne en el asador. La esencia venenosa que destila un crimen, la sombra que se avalanza sobre su familia, su círculo íntimo. Una asesinato que es como una gran tijera que corta el telón de miserias de cada personaje que anda por ahí. Empezando por el alcalde y el candidato a superarlo en las elecciones.

The Killing hasta el último minuto de la temporada final tiene un as en la manga. Una razón más para sorprenderte. Al final el móvil del crimen y el autor no defraudan. No es un cierre de apuro. Es un desenlace planificado con anticipación. Uno siente que la autora de la serie lo tenía pensado desde el momento en que aparece el cuerpo de Rosie, en ese baúl, sumergida en ese lago neblinoso. Atada y golpeada. Muerta lentamente, mientras el coche –que pronto verá a quién pertenece- se hundía en el agua.

No le hace falta, como en otras tiras, ir volteando muñecos en cada capítulo, subir a adrenalina con litros y más litros de sangre. En dos temporadas, las muertes se cuentan con los dedos de las manos. Perdón, con los dedos de una sola mano. Y con eso, suficiente. A las obras maestras le bastan con muy pocos golpes bajos, para convertirse en clásicos.

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