LA VISITA DE RAVI SHANKAR/
Cómo ser espiritual sin dejar de ser un idiota

Ravi Shankar/Por: Cicco. ¿Qué puede decir uno en contra de un hombre como Ravi Shankar, que acaba de aterrizar en la Argentina, nominado al Nobel de la Paz, y creador del Arte de Vivir, la ONG más popular a escala planetaria? ¿Cómo argumentar en contra de un yogui que enseña a respirar, a meditar, a vivir la vida como si fuera un yogur descremado y que consiguió que incluso Tinelli a la hora de hacerse un nuevo tatuaje se detenga a pensar si su vida no es un eterno mear fuera del tarro? Pero todo tiene sus pros y sus contras, amigos. Y la espiritualidad light tiene varias contras a destacar.

Para empezar, la más evidente adversidad del nuevo boom de la espiritualidad blanda, es la propia gente que sale de allí. ¿No ha sufrido el embiste de los militantes pro respiración que aseguran cómo el oxígeno les cambió la vida cuando lo único que uno puede observar es que ahora escuchan más música hindú que antes, usan ropa blanca aún en invierno y de tanto en tanto se fuman un incienso? ¿Cómo no sorprenderse ante el avance entusiasta de miles y miles de evangelizadores cual testigos de Jehová, que primero van por la respiración, luego por el oxígeno y por último por nosotros?

Meditar no está mal. Ravi Shankar tampoco está  mal. Y respirar, a Dios gracias, tampoco está mal.  Pero eso no es todo.

Un año atrás, hizo el curso de El Arte de Vivir mi hermano, que es gerente en una petrolera y cuya mayor actividad espiritual hasta entonces consistía en ir a las termas y hacer la plancha. Y una novia también hizo el curso. En ambos casos, la respuesta fue la misma: el ejercicio de respiración les pareció luminoso, revelador. Pero, al cabo de un tiempo, siguieron con su vida. “Me gustó  todo lo que decía el instructor”, me contó mi hermano. “Pero no apliqué nada”.

Hace poco, entrevisté a Nico Cuño, dueño de Key Biscayne, la casa de ropa que apela en sus campañas a parar la moto, respirar y esas cosas, y vocero mediático de El Arte de Vivir -introdujo a varias celebrities al método Ravi-. Aún cuando pidió café descafeinado y me contaba lo mucho que le cambió la vida aprender a respirar, Cuño me pareció el tipo más inquieto que ví en mucho tiempo. Ni quiero imaginarme cómo era antes de conocer a Shankar. Pero él transformó El arte de Vivir en una nueva forma de vender pilcha y lo bien que le fue. Ravi Shankar no está mal. Es un hombre serio. Y no es de esos que claman ser el mesías y se atrincheran con sus discípulos en una casita y pelean con el FBI hasta morir. Es un yogui auténtico y hace muy bien su trabajo. Un amigo lo conoció en persona, en tiempos en que sus visitas atraían a tres gatos locos y me dijo que es el hombre más amoroso que conoció en su vida.

El asunto, sin embargo, es cuando uno agranda las cosas. Los ejercicios en el Arte de Vivir están bien, pero no significan un golpe de timón en tu vida. Y en eso radica su éxito: gracias a Ravi, la gente descubrió que se puede ser espiritual sin dejar de ser el mismo idiota de siempre.

Puede sentirse iluminado y lo que es mejor aún, más concentrado en el infierno de su vida. Puede, al fin, sentirse en paz en medio de su pesadilla.

Pero la gente confunde las cosas. Un camino espiritual no es un puñado de métodos para aguantarse mejor al jefe o para tomarse un respiro de los problemas y luego hundirse en ellos nuevamente con mayor diposición.

La espiritualidad no es una ducha. Es un incendio.

Y el veradero maestro no es el que te acuna y te pone curitas. Es el que te patea en el traste y te manda directo al fuego. Un fuego donde, como podrá imaginar, no hay pilchas de Key Biscayne. Y de Nico Cuño no quedan ni las pestañas.

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