comedy central

Por Cicco. La tele ya no es la de antes. Con la irrupción de los videos on line, el furor de estrellas surgidas de youtube, la descarga de series en la web y la mar en coche –¿a quién se le ocurrió inventar ese término con un coche metido en el mar?, sin embargo, uno lo sigue usando de puro vago-, con todo eso a cuestas, la tele está de capa, o mejor dicho, de antena caída. En ese desorden de cosas, resulta tan titánico ponerse a elogiar programas y, lo que es más osado aún es piropear todo un canal. Pero con Comedy Central en el aire, hay que hacer una excepción.

 

¿Por qué nos gusta Comedy Central? Porque le da un rol protagónico a la comedia de stand up. El canal pasa comediantes nuevos y algunos de los popes de 20 años atrás. Ver y no creer: las rutinas, por más tiempo que pasen, se mantienen inoxidables en boca de los que saben.

Podrá decir que la comedia de stand up –una persona, un micrófono y no mucho más- está pinchada y un poco corrompida con todo este boom de talleres, escuelas y aspirantes a hacer unipersonales que, rara vez, hacen reír. Pero ver Comedy Central es recuperar el aire fresco de los maestros. En los Estados Unidos, la señal tiene más de 30 años de aire. Allí nació el show de uno de los grandes insolantes del humor: Bill Maher. Y fue la cuna de la tira animada más ácida de la historia: los petisitos malhablados de South Park.

Lo más importante es que, como todo género, hicieron de la comedia algo personal. Uno puede seguir a su comediante favorito. Como si fuera un cocinero del canal Gourmet. Es que la comedia es un plato que no todo el mundo disfruta. Algunos lo prefieren más picantes. Otros, más dulces. Están los shows de Dave Chapelle, el nuevo Richard Pryor, humor social, racial, incómodo. Y están las intervenciones del gran Zach Galifianakis, el gordito de “Y qué pasó ayer”, uno de los comediantes del momento y también uno de los más incomprendidos: en su carrera, le levantaron un puñado de programas porque la gente simplemente no los agarraba. El público tardó más de diez años en pescarle el humor.

Otra perlita de la señal es la demente “Trigger happy”, comedia inglesa, un mix de cámaras ocultas y animalitos disfrazados por la calle. Cómo se puede hacer humor inteligente sin que la víctima sea el eje de todo el asunto. Si no lo vio, está a tiempo.

Uno de los clásicos del canal es el Comedy Central Roast, un espacio que destila veneno y bilis, donde invitan a una celebridad y un puñado de humoristas despliega una rutina explosiva y lo prende fuego en público. Al final, le dan el espacio al invitado para que se desquite. Es el cierre donde el protagonista tiene su dulce revancha. Un episodio imperdible es aquel en donde William Shatner, el héroe de Stark Trek, y Mike Tyson, entre otros, lo asaron en vivo a Charlie Sheen. Acá podés ver la última parte.

La descarga de Sheen, para el cierre –a partir del 7:20 del video-, es uno de esos momentos únicos donde la lengua se transforma en un arma de destrucción masiva. Sheen pone toda la carne al asador. Dirán que el asado, como el humor, a la larga es cancerígeno. Que trae colesterol del malo. Y cuanta cosa más. Pero uno lo huele, y no puede dejar de hincarle el diente.