periodistas que envejecen rápido

Por Cicco. La tendencia mete tanto miedo que, siete años atrás, me llevó a abandonar raudamente las redacciones. El periodismo envejece. Frunce el ceño. Te pone la cara como bola de papel de diario. Te gasta la inocencia y lo que es peor aún, la capacidad de asombro.

 

Un periodista que no puede escapar de la redacción se zambulle de narices en una máquina del tiempo que lo lleva a su propio futuro. A su propia vejez. ¿Y por qué sucede esto? No tengo la menor idea. ¿O por qué cree que estoy escribiendo al respecto?

Ver la velocidad con que a muchos de los editores les crecían canas, se les caía el pelo, ganaban en peso, sumaban divorcios tormentosos, y sepultaban el deporte, obedecía todo a una misma razón: el trabajo. Más años dentro de una redacción, más palidez. Más cierres encima, más saltos de garrocha rumbo a la muerte. Más números en la calle, más mala sangre por miligramo de torrente sanguíneo.

Uno puede decir sin temor a equivocarse, los años de carrera de un periodista sólo con ver su grado de derrumbe. Cualquier hombre de los medios gráficos te dirá: un cierre es el equivalente a una pequeña muerte. Hay algo que parte de uno con la letra impresa, y no vuelve. Algo, literalmente, se cierra.

El periodismo es el mejor oficio del mundo, según García Márquez. Y algo de razón tiene. Lo permite todo: ver la realidad de punta a punta, explorar lo inhóspito, meterse donde no es debido. El zapping más grande de experiencias que puede ofrecerte esta vida. Pero así como es el mejor oficio del mundo según Gabo. Según Pérez Reverte, hay que saber escapar a tiempo.

La actualidad es escurridiza. Rara vez se la puede contar con nitidez. Y menos aún anticipar. La carrera por sujetar las riendas de ese caballo al que alguien le espoleó los testículos, es desgastante. Aún cuando, de tanto en tanto, el editor logre domarlo, tarde o temprano lo dejará de traste en el barro. Y es esa precisamente la cara que uno ve en el periodista gráfico -el televisivo o radial, es otro palo, otra clase de caballo a montar-: aquel que ha sufrido muchas caídas.

Los medios gráficos son como ninfómanas: uno satisface sus páginas un día y al otro, zás, vuelta a empezar desde cero. Y es así como los periodistas gráficos, proveedores maratónicos de semen mental, pierden, cierre a cierre, su energía vital. Ellas -diarios y revistas-, siempre sedientas de más notas. Ellos, de cama. Toros sementales en retirada. En busca de un cuchillo para, pronto, servírselas al plato y nunca más volver a los medios.