para tomar sol

Por Cicco. Antes, digamos veinte años atrás, todo era más fácil. Uno iba a la playa, entre otras cosas, a broncearse y teñir su piel de la tonicidad que da el sol. Iba blanco como página de word, y partía de regreso a casa con el color de un mocasín. Era lo natural. Era lo lógico. Nadie iba a hacer un escándalo por esto. Pero desde hace tiempo, las cosas han cambiado.

No sé si se dio cuenta, pero cada vez más gente arriba a las costas ya bronceado como si su vida fuera un permanente carnaval carioca. Y el pobre oficinista corre con desventaja. Apenas pone un pie en la costa, los tostados ya lo detectan al vuelo: pobre hombre, se dicen, trabaja de sol a sol encerrado en un cubículo espantoso. Esto el trabajador lo advierte de inmediato. Ese rechazo cala hondo en su pobre piel blanquecina, le intoxica la sangre y lo alienta a decir: “El año que viene me meto en un cama solar antes de venir a La Feliz. Si no, voy a seguir siendo un pelagatos”. Y es así cómo cada vez más veraneantes se transforman en un culto al bronceado desde el día uno.

Pero, ¿desde cuándo es sensato empezar a tostarse? Pues ya salir en primavera, en plena temporada del amor con un blanco caniche es un poco bajón, ¿no es cierto? Así que uno debería empezar el tueste, un poquito antes. Invierno está bien. Pero otoño sería lo ideal, un golpe mínimo de sol y camas solares para que cuando lleguen los primeros calores uno esté listo para salir de la sarten cual espagueti en su salsa.

Esta tendencia debería empezar desde mucho antes. No capturarla cuando uno ya trabaja y ha pasado toda su juventud pasando por un idiota blanco leche en la Costa Atlántica. Lo más recomendable es tostar al niño ya en edad escolar, o incluso antes en salita de tres. Pues el tostado como todo el mundo sabe, queda muy bien en las fotos. Y nada mejor y saludable que un niño tostado aún en pleno invierno. Las bufandas de colores quedan divinas contrastadas con la piel de leño de un niño sometido a sesiones semanales de cama solar o sol de terraza.

En verdad, si nos ponemos a hilar fino, lo mejor mejor sería tostar al niño ya en el vientre materno, insulfándole rayos gamma y toda esa sarta de luminosidades tan buenas para la salud que atraviesen a la madre y empiecen desde su más tierna infancia a tostar su tersa piel de bebé. Esas sí serán generaciones fotogénicas, tonificadas, radiantes de sol solar solísimo, que podrás ser fotograficadas en cualquier época del año. Además, recuérdelo, con el avance de la tecnología ahora incluso existen, como bien sabrá, las ecografías 3D donde el niño se ve en todo su esplendor aún antes de ver la luz. Y no va a permitir, oh no, horror absoluto, que en la eco salga blanquito, el pobre, ¿no es cierto?