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¿Por qué debería importar cuánto recauda una película?

boletería del cinePor: Gustavo Noriega. Leyendo la excelente última columna de Osvaldo Bazán, acerca de la manía que tenemos los periodistas de hablar del rating como si fuera un tema importante para el público, recordé un libro que decía algo parecido pero referido al mundo del cine. El autor es Jonathan Rosenbaum, prestigioso crítico del Chicago Reader, quien en “Las Guerras del cine. Cómo Hollywood y los medios conspiran para limitar las películas que queremos ver” desarrolló el tema de la siguiente manera.

“Pese a lo que aducen nuestros comisarios culturales -que ellos sólo le dan al público “lo que el público quiere”- consideremos por qué los diarios, las revistas y los noticieros de espectáculos en televisión listan las diez películas más taquilleras cada semana, a menudo con las ganancias indicadas al lado. Es una moda dictada supuestamente por el interés del público, pero durante aproximadamente las ocho primeras décadas de este siglo hubo pocas pruebas de que tal interés existiese, aunque más no fuera de manera embrionaria. Si un diario en los treinta, cuarenta, cincuenta, sesenta o incluso setenta hubiera empezado a listar las diez películas más taquilleras cada semana, los lectores habrían supuesto que el editor tenía piedras en la cabeza. ¿Por qué, entonces, de pronto los lectores de los ochenta empezaron a interesarse en datos y cifras que antes sólo habían sido de interés para la gente de la industria? ¿Por qué, después de todo, debería importar cuánto dinero recauda una película en particular? ¿No nos parecería extraño que los diarios publicaran cada semana una lista de las diez bebidas sin alcohol, o los diez puestos de comida callejera, o los diez autos de mayor venta, completando la lista con el detalle de los ingresos brutos generados por cada producto?

La razón es, simplemente, que este interés fue fomentado, como muchas otras cosas en la cultura norteamericana que suceden aparentemente por combustión espontánea. Si todo esto no se hubiera promovido en primer lugar en publicaciones como Premiere, probablemente no hubiera prendido en otros sectores de los medios. Y si fue posible para una revista como Premiere promover tal interés, ¿porqué no habría de ser posible que esa revista o alguna otra generara interés por películas en idioma extranjero?” 

La idea de que hablar del rating o de las recaudaciones de las películas es impuesto por los medios y no algo que los lectores están esperando, es muy liberadora. Por un lado nos independiza de la “agenda obligatoria”, esa entelequia del periodismo que dice que hay temas que no se pueden evitar. Por el otro, indica que, como dice Rosenbaum al final del párrafo, podemos insertar desde nuestro lugar de trabajo otros temas, y hacer llegar a los lectores/espectadores áreas del arte y del espectáculo que están ocultos por la hegemonía discursiva de los grandes medios. Es más trabajoso y menos cómodo, pero necesario.