Néstor Kirchner, la película

Por Javier Porta Fouz. No pensaba escribir para Hipercrítico sobre Néstor Kirchner, la película. El miércoles entregué una nota sobre el film para el diario chileno La Tercera. Sale mañana sábado. Cuando esté disponible, pasaré el link desde mi cuenta de Twitter: @JavierPortaFouz. Pensaba escribir, justamente, sobre un libro chileno, y ya había comenzado a hacerlo cuando ayer, jueves, me encontré con algunas críticas sobre la película de Paula de Luque. Y me pareció que había que destacar algunas cosas.

Antes de eso aclaro que a mí Néstor Kirchner la película me parece mala, sin atenuantes: la tremenda chatura de su construcción y ejecución incluso puede hacer perder de vista, a fuerza de tedio, lo que uno –desde el lugar de opositor a estos gobiernos (sobre todo a estos últimos años) – le puede discutir en términos de visión de la historia del país y de ocultamiento de cuestiones básicas (sí, ya sé, “el recorte del artista”). Bueno, el recorte de la directora, y sus decisiones (o las de ella y su equipo) llegan a narrar elípticamente la muerte del ex presidente con unos planos de vías de tren, que no se dirigen narrativamente al 22 de febrero de 2012 en Once sino al asesinato de Mariano Ferreyra. Sí, es cierto, la muerte de Kirchner está cerca –en el tiempo– de la de Mariano Ferreyra y el accidente de Once ocurrió dieciséis meses después. Sin embargo, este montaje, con música y efectos visuales y que aquí calificaré de abyecto, pone de manifiesto la limitación de la mirada de una cineasta que construye una celebración –acrítica, pero sobre todo poco imaginativa– de una figura sin tener en cuenta los significados de una imagen fuerte y cercana y las heridas abiertas en mucha gente por el accidente. Néstor Kirchner, la película no es la grandiosa Perón, sinfonía del sentimiento. La sensibilidad y el talento mayores de Leonardo Favio están lejos de encontrar un heredero en el cine argentino (en ocasión de la película anterior de Paula de Luque escribí sobre el intento de conexión entre la directora y Favio acá). Tengo otros argumentos en contra del film, que están en el artículo de La Tercera, pero quiero señalar algo más, que se podría denominar “la pobreza como estética positiva”: los chicos que juegan a la pelota en un descampado, con bolsas de la basura cerca, las casas precarias. Mientras pasan esas imágenes que se pretenden alegres y llenas de esperanza, hasta beatíficas, yo pienso en que en casi diez años (casi el 5% de la historia de Argentina desde 1810) unos gobiernos en cadena que supuestamente fueron tan buenos siguen sin poder solucionar problemas básicos. Me gustaría ver un documental de propaganda en el cual hubiera imágenes reales de buenos transportes, buenas escuelas, buenas casas. Uno en el cual no se sostuviera sin más una frase de Néstor Kirchner en la que se ningunea lo hecho por el gobierno de Raúl Alfonsín en materia de memoria y derechos humanos. El cine no debería, en pos de sostener una idea, o una bandera política a rajatabla, hacerse el otario mientras se lesiona tanto el relato de la historia reciente.

Pero vamos a algunas críticas sobre la película. Pauline Kael dijo alguna vez que el cine de Antonioni inspiraba una jerga especial, unas frases trilladas supuestamente profundas. ¿Qué ha inspirado Néstor Kirchner, la película? Quise enterarme: entré al sitio Todas las críticas, fui a las críticas sobre la película y me dispuse a leer la que fuera más a favor. Había una que le otorgaba la máxima calificación: 100%, excelente, diez puntos, de Hugo Sánchez en Tiempo Argentino.  Leí, y me encontré con un párrafo que me sorprendió de forma negativa, alarmante. Quise creer que había algún error en la versión web del diario: salí a la calle, compré Tiempo Argentino en papel. Y estaba el mismo párrafo que en la versión on line:

“En un momento donde la polarización se traslada a cada uno de los rincones de la vida cotidiana, donde el modelo kirchnerista se enfrenta al mayor y más formidable poder económico, mediático y cultural de la historia argentina, para dejarlo absolutamente claro, este cronista se ubica de este lado. El de los buenos.”

Más allá de algún signo de puntuación mal estacionado, mi atención va una y otra vez a lo del lado “de los buenos”. El lado de los buenos. El lado de los buenos. El lado de los buenos. Sin comillas, sin ironías, sin indicación de que el “cronista” se sonroje o tome distancia. En “los lados” en los que se podría dividir esta Argentina que Sánchez define como polarizada en todos los rincones, él se ubica del lado de “los buenos”. Según esta lógica, entiendo, yo me tendría que ubicar del lado de “los malos”. O, para mentar a Ettore Scola, tal vez del lado de los “feos, sucios y malos”. Los buenos. Los buenos. El Chapulín Colorado decía “Síganme los buenos”. ¿Podría esa frase servir para una campaña kirchnerista? Veamos: lo de los buenos ya está bien establecido, gracias a Sánchez: los kirchneristas son los buenos. El problema es el “Síganme”, que fue slogan de campaña en 1989 de Carlos Menem, un político que, según la construcción audiovisual de la película de Paula de Luque, no sería de los buenos, aunque los líderes buenos (presidenta actual Cristina, ex presidente Néstor) de los buenos de ahora en algún momento elogiaron a Menem, y fueron parte de su proyecto político, y votaron con él, y se sacaron fotos sonriendo, y estaban en la misma boleta. ¿Menem era bueno y ahora es malo? ¿Los que ahora son de los buenos antes eran de los malos? ¿Cómo es la cosa? (¿Y Moyano? ¿Y Magnetto? ¿Y Alberto Fernández? ¿Y Pedraza? ¿Y Cirigliano?). Lamentablemente, nací sin la brújula para saber dónde están los límites movedizos del corral o del lugar o del paraíso en el que están los buenos. No sin antes hacer un puchero, me tendré que quedar con los malos, ser yo mismo malo, ver como malas a las películas que los demás ven como buenas o muy buenas, incluso como excelentes. Desde mi óptica de los malos, entonces, Néstor Kirchner, la película me parece mala. Pero como “signo menos” (película mala) por “signo menos” (yo soy malo) se convierte en “signo más”, entonces debe ser buena, o excelente.

No sé en qué lugar se ubica Oscar Ranzani de Página/12, o si incluso está a favor de la caracterización del lado de los buenos que aporta Sánchez, pero las películas de las que hace la crítica le parecen todas buenas. Vean acá. Al día de hoy: once críticas listadas en el sitio, todas positivas, con calificaciones que dan un promedio de 7,5 puntos: las últimas cuatro que comentó, con 8 puntos para cada una, fueron: Néstor Kirchner, la película, Verdades verdaderas, la vida de Estela (Estela Carlotto), Eva de la Argentina y La cocina (en el medio hay una ley) (Ley de medios). En la crítica de Ranzani sobre Néstor, la película puede leerse, sobre el final: “Un párrafo aparte merece la combinación del material de archivo público con el de la vida privada del ex presidente: por ejemplo, se lo puede ver junto a Cristina cuando se casaron y compartiendo la militancia desde muy jóvenes e, incluso, en sus etapas como intendente y gobernador.” Yo no vi, en la película de Paula de Luque, imágenes de Néstor y Cristina compartiendo la militancia desde muy jóvenes. Sí vi un montaje de sucesos de la época, y vi imágenes de Néstor y Cristina en un patio, sí, jóvenes. Pero me perdí las imágenes que Ranzani vio de esa militancia compartida desde muy jóvenes. Pero mi vista y mi entendimiento, evidentemente, no cuentan con los beneficios ópticos e intelectuales que me daría estar del lado de los buenos.