don´t worry be happy

Por Cicco. Cantó el himno moderno de nuestra alegría, sólo con las cuerdas inagotables de su voz. Y en los '90, tan célebre se había hecho y tan alegre su tema, que algunos llegaron a decir que se habia quitado la vida. Otros críticos musicales dijeron que la canción, en lugar de disparar su carrera, terminó sepultándola. Y sí, imaginamos que fue difićil para Boby McFerrin, sobrevivir a “Dont worry be happy”, cantada hasta por el robotito de Wall E. Ahora bien, si usted pensaba, como yo, que el compositor de la canción más alegre del pop estaba tomando antidepresivos, tirado y abandonado, pensó, pensamos, mal.

McFerrin era -aún es- el rey de la capella. Llegaba a dar conciertos de 80 minutos él solito, cantando de todas las formas posibles, sin instrumento alguno más que sus cuerdas vocales que, para McFerrin son como una banda entera, como si Messi jugara solo en el equipo.

En 1988, su tema Dont worry be happy, se coló en la peli Cocktail, de Tom Cruise -la voz de Ferry sigue tan intacta como la caripela de Tom- y en poco tiempo, el mundo se ponía, gracias a su canción algo, un poquito, más feliz.

Fue el primer hit a capella en escalar a número uno en el ranking de la Billboard. Dont worry be happy ganó el Grammy del año a mejor interpretación vocal de tema pop. A la canción la usaron desde los sobrevivientes al terremoto en Haiti para recuperar la fe, hasta en la campaña presidencial de George Bush -McFerrin presentó una demanda para que Bush dejara de hacerlo-.

Ahora bien, la frase no es suya. La recogió Bobby de boca de un místico de la India, Meher Baba, un maestro de bigotes que, en las fotos, claro, se lo suele ver super despreocupado y riéndose. Lo llamativo es que Baba la mayor parte de su vida, sólo se comunicaba a traves de gestos con sus seguidores. Y una de las pocas cosas que decía -cuando tenía que decir algo más largo señalaba una tabla alfabética- era precisamente: Dont worry, be happy. Un latiguillo que, en los '60 se transformó en postal y luego en poster hasta que Bobby lo vio e hizo canción.

Te cuento de Baba: nació en Puna, la ciudad natal también de Osho, y decía ser un avatar: la encarnación de Dios en la tierra, al igual que,mas tarde, haría Sai Baba. Una anciana sufi lo tocó en la calle y a partir de ahi, recordaba él, las ilusiones se le esfumaron.

Cuando le preguntaron por qué no hablaba, señaló su tabla alfabética -un laburo bárbaro- y dijo: “No vine a enseñar, vine a despertar”.

Durante años, el mismo Baba alentaba a sus seguidores que, si creían en él, debían dejar atrás el enojo y mostrar siempre, pase lo que pase, felices. “Yo deseo que todos sean felices”, les prepetía. “Les digo, ¡permanezcan felices bajo cualquier circunstancia ilusoria! Yo no soy feliz cuando ustedes no Me aman.”

Baba, que pregonaba creer sólo en Dios y no preocuparse por nada más, compartio largas charlas con Gandhi, visitó los Estados Unidos, viajó sin rumbo por India cual fakir, y enamoró a los hippies hasta que les dijo que las drogas eran una basura -¿que Dios va a permitir ser encontrado gracias a una pildora?-. Hasta la banda The Who le dedicó un disco completo a su mensaje.

“No deseen nada excepto no desear. No esperen nada excepto estar por encima de todas las esperanzas. No quieran nada y tendrán todo. No se enojen con nadie, sólo con vuestras propias debilidades. No odien a nadie sino a su propio yo lujurioso”, decía Baba señalando su tablita que, con el tiempo remplazó puramente por lenguaje de gestos. Un grande.

Ah, y de tanto hablar de Baba nos olvidamos de Bobby. Le decíamos, McFerrin no sólo no se suicidó, no se deprimió, y aquel himno no enterró su carrera en vida. No, señor. El hombre que se tragó una orquesta está en plena actividad: cantó con los grandes del jazz, lo invitan a los festivales más prestigiosos y hasta dio un concierto con nuestro Chango Spaziuk. Y dos años atrás, lanzó Spirityouall, su nuevo album, esta vez acompañado de una banda -podés ver su show de presentación en You Tube, en Viena-. Conserva las rastas. Su voz múltiple e infinita. Y sí, mal que le pese a los mala onda, se lo ve feliz.