james ellroy

Por Cicco. Dos de mis autores vivos favoritos, están locos. O casi locos. O, en definitiva, si asistieran a un médico decente seguro que les daría una orden de internación. Uno es el gran Chuck Palahniuk, la mente retorcida detrás de “El club de la pelea” -publicó su nuevo libro de cuentos, aún en ingés, “Make something up”-. Y el otro es James Ellroy, el autor del policial negro moderno, quien acaba de lanzar Perfidia, su última novela. La cual iría corriendo a comprármela, si tuviera algo de dinero.

 

Ellroy encontró un modo de narrar los crímenes con tanta dureza y sequedad que deja a Raymond Chandler y a su detective Philip Marlowe, como dos blandengues. Leerlo a Ellroy es como meterse de narices en un informe de la policía. Está tan apurado que ni se ocupa de poner artículos. No se preocupa en repetir nombres. Y, por otro lado, se ocupa en transcribir códigos alfanuméricos de punta a punta, o cronometrar hora y minuto de una persecución o un deceso, con precisión forense.

Ellroy tiene otra cabeza, otra vida. Fue criado por su madre, quien murió asesinada por un tipo que nunca apareció. Él era un niño entonces. Y de joven, se metía en casas ajenas a robarles y a pasar la tarde en ellas, comiendo de su heladera y viendo sus pantallas gigantes en el living. Años más tarde, convocó al mismo detective que investigó sin suerte el crimen de su madre, y volvieron a buscar y rastrear los cabos sueltos del misterio.
La historia de esa pesquisa la selló en uno de sus mejores libros: “Mis rincones oscuros”. Una maravilla. Su versión autobiográfica de “A sangre fría”, de Capote. En “Ola de crímenes”, recopila sus artículos policiales donde sigue la inmersión en el periodismo. Otro lujo.

Y luego está, a mi juicio, su novela tope: “La dalia negra”, o la historia de dos polis duros y, de corazón de titanio, enamorados de una misma mujer y arrastrados por el enigma de un asesinato. El libro que lo puso en el centro del mundo editorial. Llevaron al cine con menos suerte “Los ángeles confidencial”. En la pantalla es un bodrio. En la prosa de Ellroy es magistral.

James es un hombre, como todo loco, ambicioso. Encara trilogías y tetralogías -ya hizo una de cada-. Y a hora se propuso narrar los Estados Unidos entre 1945 y 1972, empezando a partir de la reciente “Perfidia”, de casi 800 páginas -ya tiene pensadas tres más de la misma serie-. Allí, retoma la juventud de un puñado de los personajes más reconocidos de sus novelas.

El domingo, James fue portada del suple ADN, donde lo entrevistaron en Madrid en su gira de presentación de Perfidia y allí dijo lo que sus admiradores podíamos intuir de una mente tan marciana: a los 67 años, Ellroy no ve la tele. No lee los diarios. No usa celular. Y según dice, jamás en su vida se metió en la web.

Ellroy vive en otra época. Con la mente vuelta siempre a sus espaldas. Congelada en sus diez años. Cuando su mamá dejó de ser su mamá. Y se convirtió en la obsesión febril, de un niño viejo que no pudo escapar de su destino de sangre.