san lorenzo campeón

Por Pablo Llonto. Cuando los periodistas deportivos se desatan por un título, una Copa o un resultado, les pasa lo mismo que a los periodistas políticos cuando se descolocan con una encuesta, un resultado electoral o un índice económico y lo mismo que a los periodistas de espectáculos que creen que todo lo que tiene rating es bueno y viceversa.

Números, números, números. Resultados.

San Lorenzo es el campeón de América. Vibra la sangre, el corazón y la historia de un pueblo azulgrana que seguirá de fiesta por un tiempo largo.

Este modesto San Lorenzo campeón, es el mejor de los modestos, de un fútbol argentino que aún espera transformaciones subterráneas. Que desde abajo aparezca una generación de talentos que nos permita recuperar las esperanzas.

La parafernalia y el carnaval del miércoles pasado, cuando la primera estrella sudamericana cayó en Boedo, es parte del ruido y la música de toda fiesta.

Los buenos periodistas, los extraordinarios periodistas, son aquellos que tienen la mirada en los principios, en las buenas acciones, en las transformaciones que generan sociedades mejores, políticas mejores, economías mejores, deportes mejores. Miran los números, pero miran más allá de los números. Y por eso son mejores.

Los buenos periodistas deportivos son aquellos que saben de emociones tanto como de análisis, son aquellos que tienen pluma para emocionar, como tanta pluma para reflexionar. De esta semana nos queda el buen comentario de Alejandro Caravario en ESPN, lejos de los lamebotas tinellistas que se pasaron días intentando convencer a lectores, oyentes y televidentes que este San Lorenzo campeón es campeón por una supuesta buena conducción dirigencial.

Volvamos a Caravario, unos segundos: “Lo cierto es que, desde el pasto, no hubo la mínima correspondencia con la muchedumbre. Salvo el andar siempre seguro y predictivo de Mercier y algo de Romagnoli, San Lorenzo pareció un equipo del montón, no el campeón de América. Ni siquiera asomó el temple requerido en semejantes oportunidades.

No le importó a los miles de hinchas, que se abrazaron a un penal infantil para cantar victoria. Las finales no se juegan, se ganan, podrían adherirse a la institucionalización del lugar común.

Las finales se juegan, cómo que no. Sólo que, en casos como el de San Lorenzo, sobre todo se gozan. No se discuten ni se justifican ni se analizan.”

Ahora sí, está todo dicho. San Lorenzo dueño de la Libertadores, duerme con la Copa bajo la almohada.

El sueño se cumplió, tanto como el sueño ya pasó.