angelici dólares

Por Pablo Llonto. Mientras resuenan los coros periodísticos que alaban al Boca vencedor de Vélez, al “nuevo Boca” de Arrabuarrena, al Boca de los milagros, al Boca resucitado, la extensa y lúgubre mano de Julio Grondona no suelta rienda del fútbol nacional.

 

Quizás haya algo de cierto: dos o tres triunfos más del Boca que dirige El Vasco podrán silenciar una vez más los canallas berenjenales que, emanados de comisiones directivas, postraron a los clubes. Pero no podrán ocultar todo lo hecho, para siempre.

Como sucedía con Julio Grondona al frente de la AFA durante más de tres décadas, la Comisión Directiva de Boca con Angelici a la cabeza, le metió un puñal más a la economía del club jugando a divertirse con los fondos de una institución que, además, recibe dineros públicos. Es decir, lo mismo que hicieron y hacen en la AFA.

Echar a un entrenador (mal que le pese a Carlos Bilardo quien recomienda por las radios que los periodistas no escribamos ni titulemos con el verbo echar porque “suena feo”, creyendo que se puede tapar el sol con las manos), no es solamente echar a un entrenador.

Los pagos de los sueldos, los juicios que se acumulan, la continuidad de los trabajos atados a los resultados, el mal gobierno de creer que los clubes son estancias o empresas descorazonadas donde un telegrama de despido no se lo niegan a nadie.

Todo ello forma parte del grondonismo que costará barrer de nuestro fútbol y también de nuestro querido periodismo.

Era y sigue siendo uno de los “principios” de la dirigencia: gastar la plata ajena sin control. Por eso los millones y millones de Fútbol para todos que debían servir para tener hoy las mejores sedes sociales y la multiplicación de los deportes, fueron despilfarrados en un fútbol profesional que es negocio de pocos y enriquecimiento de otros pocos.

Ya había sido una pésima decisión fijar el sueldo ampuloso que le fijaron a Bianchi. Pero Angelici y los suyos redoblaron la apuesta y sangría del club: millones de dólares en contrataciones y ahora millones de dólares en el despido.

Todo lo piensan arreglar con un título, un campeonato, o algunos buenos resultados que incluyan un triunfo en el superclásico.

Para ello contaron con la complicidad de una prensa deportiva que, colgada al chupetín de la tabla de posiciones, dirá cualquier cosa si al Vasco Arruabarrena le va bien.

¿A quién le importa la salud de los clubes?

En las calles Viamonte y Brandsen, a casi nadie.

En el periodismo, mucho menos.

Nuestro machaque, y perdón la insistencia, va dirigido no a los dirigentes. Va para los periodistas del mañana. Los de hoy andan contando billetes, rating o el maldito oportunismo.