SUPERCLÁSICO BAJO LLUVIA Y TAPA OLE

Por Pablo Llonto. Primero fue la tapa del diario Olé el jueves 2 de octubre con Roberto Passucci, un ex jugador boquense a quien le colocaron un cartel provocativo en las manos. “Yo no me fui a la B” decía la hoja impresa en alguna computadora del Grupo Clarín que sostenía aquel símbolo de garra, incapaz de reaccionar frente a la cobarde acción periodística de armar una escena para vender más o llamar la atención.

Y todavía hay quienes dudan y se preguntan si el periodismo empuja la intolerancia y con ella la violencia. De esto no esperemos una autocrítica no de Ricardo Roa el responsable editorial de Olé ni de su director Leonardo Farinella.

Después fue la locura de los 1.600 o 1.500 o 1.400 policías (ya llegará la hora de los balances claros con cuentas transparentes) que River debió contratar para un superclásico, frente al temor de masacres internas o externas, enfrentamientos de hinchas propios, probables cruces con fantasmas de hinchas boquenses y mil suposiciones más. Claro, con una tapa como la de Olé, cómo no se va tenerle miedo a la violencia. Y mientras se agite el inconfundible olor a sangre y pólvora, los mercaderes de la seguridad harán su negocio. Contratar Policía Federal, Metropolitana o agencias de seguridad en manos de ex militares o policías, es asunto poco investigado por un periodismo deportivo que les permite a los dirigentes derrochar dinero en nada. Al igual que aquello que ocurre en el país cuando los robos, apretadas, amenazas, tiros y navajazos se multiplican al mismo ritmo que las ganancias de los dueños de agencias de seguridad, vendedores de camaritas, de gas pimienta, talleres de blindajes y vidrios polarizados, y miles de servicios adicionales de los uniformados.

Y al final la locura de un partido que se juega bajo las peores condiciones: una lluvia infinita, que daña espectadores, jugadores, juego, resultados. ¿Debió suspenderse? Sí, claro. Debió suspenderse unas cuantas horas antes para evitar que tanto público terminase perjudicado (quizás el folklore termine señalando que a los hinchas todo esto les encanta), pero si ello no es motivo, alcanza con explicar que no hay posibilidades de un partido normal y controlable cuando se navega sobre el verde césped. Pero claro, la razón de la persistencia seguramente se conocerá más adelante, cuando tengamos los números del gasto en seguridad y entonces comprendamos mejor que si al partido lo pasaban para el lunes, el gasto en seguridad había que duplicarlo. Al único periodista que escuchamos razonar desde temprano a favor de la suspensión es a Mariano Closs en el relato de radio América.

Una locura que nos lleva a otra locura. Y así seguimos.