EL CASO BURRITO ORTEGA
Algo personal

Ariel OrtegaPor: Pablo Llonto. ¿Quién duda que el Burrito Ortega es un jugador fenomenal, el ídolo de River y el héroe de miles de jóvenes que sueñan ser como el jujeño? Pero ocurre que en la vida hay que ser consecuente. Y que a los medios de comunicación les vendría bien una discusión sobre el tratamiento de las llamadas “cuestiones personales” para ver de qué coño estamos hablando.

Cuestiones de género

“Ortega y sus problemas personales” fue una de las frases más utilizadas en los últimos días para explicar la ausencia del Burrito en el partido ante Arsenal. Entienda el lector que no estamos hablando de alcoholismo, arreglo verbal al que sí podríamos admitir como “problema personal”.

Es que resulta – y en esto se olvidó la mayoría de los periodistas - que hay una víctima: la señora de Ortega. Amenazada o lesionada, golpeada o no, la mujer en cuestión fue otra muestra más del desigual tratamiento de una prensa machista como pocas, la deportiva.

Al igual que en el caso Monzón (otro héroe que ostenta un monumento sin que a nadie se le ocurra preguntarse cómo es esto que aquí en la Argentina los homicidas de mujeres quedan en el mármol), mucho redactor y relator prefirió excusarse en el asunto de las “cuestiones personales” para ocultar una historia que debería ser tapa de los diarios si de una vez por todas queremos terminar con la violencia contra las mujeres.

Y si no, por favor, vayan y lean la Convención Interamericana para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra la mujer conocida como Convención de Belém do Pará.

El ocultamiento, un género periodístico practicado con frecuencia en nuestras tierras, no le pone nombre a todo aquello que tiene nombre. El cáncer de Guinzburg no fue cáncer. Una mujer víctima de violencia no es noticia principal de una página; apenas una referencia liviana en las últimas líneas sobre los “problemas personales” de Ortega.

Las desdichas de Ortega deben ser inferiores a las desdichas de su compañera. Es bueno que lo sepamos, y que dejemos de tener compasión de los ídolos o el temor a perder una nota.

En una semana colmada de ocultamientos (el debate sobre los medios y el paro rural merece más tinta, en especial cuando llegue la hora de analizar el rol de Clarín y su columnista rural Huergo, hombre dedicado al negocio de la soja pero incapaz de admitirlo), lo sucedido con el “caso Ortega” invita a una consulta: el sexto punto del decálogo para el tratamiento periodístico de la violencia contra la mujer. “Nunca buscaremos justificaciones o motivos (alcohol, drogas, discusiones, celos, separación de la pareja, infidelidad, etc.) que sólo distraen la atención del punto central: la violencia. La causa de la violencia de género es el control y la dominación que determinados hombres ejercen contra las mujeres” (Periodistas de Argentina en red).

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