tapa ole enero 2015

Por Pablo Llonto. Siete días agitados, para bien y para mal del periodismo. También para bien y para mal del periodismo deportivo. Si esta semana que nos arrastró fue la semana nuestra, la de celebraciones y actos, la de recordatorios y reconocimientos, bueno es saber que hay un tipo de periodismo del que debemos hablar. Y mucho.

 

El periodismo de las periodistas. Ellas fueron vanguardia a la hora de pelear y comprometerse políticamente desatando una rebelión popular de indignación para luchar por la vida, contra el machismo y contra el periodismo machista.

En la marcha “Ni una menos” ellas empujaron por la consigna “Ni una mujer menos” para que se alcen millones de voces, entre ellas las que en el campo de los medios de comunicación insistían en que no se trataba de violencia de género sino de la violencia contra las mujeres.

El periodismo deportivo contribuyó – en general- en muy poco a la marcha. Las páginas deportivas y los “periodistas de mayor cartel” brillaron por su silencio en las convocatorias masivas.

Nuestra prensa deportista, especialista en elevar la discriminación y la violencia al límite (cuántas disculpas debemos pedir por toda exaltación a Carlos Monzón, el único femicida que goza de un monumento en la Argentina) siempre llega tarde o no llega a los acontecimientos más relevantes de la lucha por un mundo más justo.

Durante el último verano La Izquierda Diario fue el único medio en criticar la edición del 22 de enero del diario Olé del grupo Clarín que dedicaba su tapa al paseo de los jugadores de River al teatro de revistas, para ver la obra “Tu cola me suena” en Mar del Plata, mostrando, como bien dijo el periodista Augusto Dorado, “las banderas del machismo, la homofobia y la misoginia. Transformó en nota de tapa la visita de parte del plantel de River a una obra de teatro de revistas, bajo el título de “Tu culichi me suena”. Cada vez más lejos del periodismo deportivo”. La tapa de aquel Olé exhibía a Leonardo Pisculichi observando las nalgas de una vedette.

Olé, y otros medios como Diario Popular, se vanaglorian de un mal ejemplo periodístico: el de creer que engordan sus ventas gracias a las fotografías de rubias o morochas desnudas.

Hemos trabajado en medios que insistieron con esta berretada y estos actos de menosprecio y desigualdad, amparados bajo la sinrazón periodística del “impacto” y “las sonrisas”. Debimos exigir el repudio de esas fotos. Y no lo hicimos.

La prensa deportiva tendrá que pedir más de un millón de perdones alguna vez, cuando las nuevas generaciones, respetuosas de los derechos, de la igualdad y combatientes por la justicia, tomen el poder en las redacciones contra este modelo de sociedad sexista.

No sólo se trata de abandonar los privilegios concedidos al machismo deportivo (un ejemplo, la ausencia de información de los deportes practicados por mujeres) dentro y fuera de la cancha, sino de entender en el periodismo que cada conducta a favor de los privilegios destroza las conquistas democráticas.

¿Cuándo dejaremos de resaltar a las mujeres deportistas por su “belleza” y sus cuerpos? ¿Y de enfocarlas en las tribunas con las cobardes cámaras de TV? ¿Y de creer que los concursos de belleza son buenos? Será el mismo día que nos indignemos porque Mirtha Legrand pregunta a Laura Miller “¿Vos qué hiciste para que te pegara?” Pero eso no ocurrirá hoy: nadie le caerá a Mirtha Legrand y su mesa seguirá siendo la “mesita feliz” del periodismo. Así como tampoco le importan al periodismo los considerandos de Lanata sobre el abrir de piernas de las mujeres, los dichos justificadores del machismo de Chiche Gelblung, o los pésimos chistes sobre monjas violadas de Rolo Villar en radio Mitre

El periodismo deportivo puede aportar mucho. Si algún día se despierta. Y le contesta al otro periodismo. Y respeta más a aquel extraordinario abogado de los 80, Angel Di Paola, que caminaba por las redacciones deportivas portando un proyecto de ley que establecía la prohibición en las canchas de los cánticos sexistas y del término hijo de puta, mientras todos se reían.