ACCIDENTE

Por Pablo Llonto. No agotaremos espacio hasta que el Rally Dakar se vaya de la Argentina y ojalá del mundo. Esta columna ha tratado de mantener cierta consecuencia, bajo el mandato de todos los gobiernos, para decir con todas las letras que el estado no puede apoyar actividades que nada tienen que ver ni con el deporte y mucho menos con la vida. Lo mismo decimos del periodismo deportivo.

 

El tendal de espectadores heridos que ya dejó esta edición del rally y los absurdos comentarios que se escribieron en el diario Olé hace unos días, no merecen el silencio de una prensa que sucumbe ante la publicidad de una nafta o de alguna agencia de turismo, del estado o privada.

“Luego del primer accidente del Dakar, las redes sociales estallaron. Aparecieron las opiniones de los que realizan las críticas lógicas, las críticas destructivas, las que quieren aportar, las que dicen cualquier cosa y las que con una mirada desde el conocimiento aportan su punto de vista de lo que pasó. Entre todas las opiniones aparecieron las de Josito y Patricio Di Palma, que dieron a conocer lo que piensan al respecto”. Así opinó Olé sobre las críticas. Es decir, para el diario deportivo sólo valen las opiniones de los corredores.

Miren aquello que dijo el piloto de TC: “No hay ningún culpable. Obviamente cada uno sabe dónde se pone y los riesgos que toma, al igual que un competidor corriendo el Dakar…no veo culpable al Dakar, ni a la gente, ni al piloto, ni el lugar. Estas carreras son así y todos sabemos qué puede pasar…”

Dicho esto, qué más se puede agregar. La conclusión de los periodistas que cubren el Dakar y de los pilotos será siempre igual: esto es así, heridos, muerte y que le vamos a hacer, mala suerte. Como pocas veces, el desprecio hacia la reflexión y las conclusiones que corresponden frente a cada acción humana que genera daño.

El Dakar fue importado bajo la creencia de que atraería turistas y/o dejaría una imagen tan especial de la Argentina que abundarían los visitantes seducidos por nuestros paisajes agrestes, casi lunáticos.

No hay un solo estudio que haya comprobado ello. Pero aún así, lo cierto es que los heridos, los muertos, los médicos, enfermeros, camilleros, anestesistas, plazas de hospitales, medicamentos, recursos humanos que se ponen a disposición del circo, son mayoritariamente argentinos.
¿Para qué?

¿Es que hubo reclamos populares al grito de “Dakar, Dakar” en los últimos tiempos y no nos hemos enterado?

Estamos esperando que los responsables de rendir cuentas de este Rally alguna vez publiquen los balances y se atrevan a contabilizar los daños que a las vidas, la integridad física y la naturaleza dejan estas carreras que, como tantas otras, sólo exaltan la velocidad y la muerte.

A eso lo llaman adrenalina y emociones.

Ya no solamente el periodismo miente, ahora también hay que aguantarlo festejando las tragedias.