barros schelotto

Por Pablo Llonto. A Guillermo Barros Schelotto se le escapó un acto de sincericidio en su primera conferencia de prensa como DT boquense. “El fútbol es así”, dijo para justificar el despido de Arruabarrena. Ya no importa si la mayoría de los entrenadores ha perdido todo sentido de la solidaridad con sus colegas trabajadores cesanteados por dos o tres derrotas. O si nada les importa que los usen de fusibles cada cuatro partidos. O si gozan con los telegramas de despido a sabiendas de que luego vendrán jugosos juicios por indemnizaciones que terminarán pagando los socios o el estado. Es cierto, nada importa porque además, el periodismo deportivo ultramayoritario es cómplice del mayor desquicio dirigencial del momento: echar técnicos  cuando al presidente del club se le canta.

Los trastornos de Boca en los últimos tiempos nos llevan a confirmar que tiene la peor dirigencia del momento. Y que esa dirigencia, como ya ha sucedido con otros clubes, lleva al destino inevitable: el precipicio.

El reciente artículo de Claudio Cerviño, periodista de La Nación, pone el foco en otro asunto. Se llama “Boca se equivoca, desde Tévez hasta Angelici”.  En pocas palabras, Cerviño indica el nuevo desatino del presidente boquense que silencios más silencios menos, avaló la presencia de los jefes de la barra de Boca brindando con Carlos Tévez: “Hubiese sido pertinente, necesario, sobre todo en tiempos en los que se remarca en que "le entregó las llaves del club a Tevez" cuando volvió a mediados de 2015, que el presidente Daniel Angelici interviniera en el caso, personal y públicamente. Conducir un club como Boca no sólo implica manejar las finanzas, responder a los socios y tener un plantel competitivo y con aspiraciones, además de un cuerpo técnico idóneo: también cuidar su imagen”.

Cerviño comparó el desatino de Angelici con la acción del presidente de River en 2014, cuando la dirigencia le tiró de las orejas a Ramón Díaz por haber dedicado un triunfo a “Los Borrachos del tablón”. En la última edición de la revista Veintitrés fueron más a fondo y recordaron la actitud cómplice de los actuales dirigentes boquenses, con la dirección de Mauricio Macri en aquel momento, cuando en 1999 en vez de expulsar del club a los Di Zeo y Cía por los navajazos y palazos a los hinchas de Chacarita en la Bombonera, optaron por perdonarlos bajo la excusa de “no podemos sancionarlos porque no pagaron la cuota”.

Pero hoy el periodismo protege a Angelici y entonces llama la atención que aquellos indignados de antes que protestaban por la guasada de Hinchadas Unidas, hoy se cosieron la boca para no hablar de Boca y su barra.

Así las cosas, sumado al descuelgue y papelón de aquel superclásico del gas pimienta y la barra recibiendo el saludo, tenemos un club donde Tévez ya no sonríe, los jugadores aceptan la orden de “todos atrás” contra River y los números se escapan de control cuando se habla de Eduardo Gamarnik el empresario que acapara contratos de futbolistas boquenses o de Gustavo Arribas funcionario actual de la AFI (Agencia Federal de Inteligencia) y quien estuvo detrás de la cuestionada triangulación que casi termina en un escandaloso pase de Jonathan Calleri al Inter. 

¿Y entonces?

Que lo cuente el periodista Marcelo Rodríguez, especialista en Boca del diario Crónica y quien puso en su blog el mismo día de la asunción del Mellizo: “En definitiva, creo que estamos frente a una situación histórica para recomponer a un cuerpo que está podrido. Pero podrido mal, ¿eh? Los hinchas no tienen ni la menor idea de lo mal que está Boca”.