ANTONY HEGARTY: AÚN SIN EDICIÓN EN ARGENTINA
La gran voz del momento

Antony HegartyPor: Alejandro Lingenti (Nuevo columnista y nueva sección). A no dudarlo: la gran voz del momento es la de Antony Hegarty, un personaje tan delicado como exótico, tan sensible como shockeante. Transexual, amigo íntimo de Boy George, con quien armó un delicioso dueto confesional para el segundo disco de su carrera, "I Am A Bird Now" (2005), admirador de Beyoncé, este personaje nacido en Inglaterra, criado en Los Angeles y educado sentimental y artísticamente en Nueva York se parece demasiado a una invención de la Factory de Andy Warhol. 

Tiene el atrevimiento y el barniz vanguardista propio del universo creado por el ícono del arte pop y el poder de seducción necesario como para tener a la prensa más exigente de todo el mundo rendida a sus pies. "The Crying Light" (2009) es su nuevo disco. Igual que los dos anteriores, no tiene edición en la Argentina, un pecado imperdonable. Luego de un primer álbum lanzado originalmente en el 2000 y que pasó inadvertido hasta que se reeditó cuatro años después en los Estados Unidos vía Secretly Canadian, uno de los sellos más valiosos del indie en la actualidad, Antony armó un plan muy inteligente: a sabiendas del gran impacto que habían causado sus canciones, su extraordinaria voz y su particular perfil, se las ingenió para reunir a un seleccionado de stars alternativas para su segundo disco: además de Boy George, Lou Reed, Rufus Wainwright, Devendra Banhart y Julia Yasuda, una sexagenaria hermafrodita japonesa de larga trayectoria en night clubs neoyorquinos, el ámbito natural de Antony, la escuela donde forjó su repertorio de cabaret decadente y profundamente melodramático. De ahí a la consagración internacional y la rotunda victoria en los Mercury Prizes hubo un solo paso.

"The Crying Light" es la culminación perfecta de la estrategia: con todos en los que estaba interesado en el bolsillo, Antony grabó un disco más sólido y focalizado que el anterior. Eliminó dispersiones -la unión con Boy George tenía en definitiva más efecto simbólico que otra cosa, era un reciclaje tardío del Culture Club más almibarado-, usó al piano como eje -Antony toca con un notable buen gusto- y limitó los arreglos de cuerdas a lo estrictamente necesario como para dotar de calidez y dramatismo a sus canciones dedicadas al amor y la naturaleza. El disco tiene un tono general sombrío, pero hay dos resquicios de luz en "Epilepsy dancing" y la bellísima "Kiss My Name", un hit hecho y derecho. No vamos a empezar este ciclo de columnas fomentando la ilegalidad, pero si los discos de Antony no llegan a la Argentina pronto, ustedes sabrán cómo proceder.

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