JAMES MERCER Y BRIAN BURTON - BROKEN BELLS
El encanto del buen pop

Broken BellsPor: Alejandro Lingenti. ¿Qué amante del pop no ha imaginado alguna vez alguna de las múltiples combinaciones posibles entre artistas de su propio altar? Del encuentro de James Mercer y Brian Burton, más conocido por su seudónimo artístico, Danger Mouse –uno de aquellos con los que un fan con buen gusto necesariamente debería soñar- se produjo un resultado inmejorable. Un disco que consolida a Mercer como digno heredero de la tradición beatle y el atrapante caleidoscopio sonoro de los Beach Boys y que confirma a su socio como un artesano capaz de transformar en oro casi todo lo que toca cuando se calza el rol de productor, como demuestran sus trabajos con Gnars Barkley y, más recientemente, con Gorillaz (uno de los mejores discos de este año, también).

Cuando se conocieron en el festival de Roskilde, Dinamarca (en 2004), Mercer ya tenía una carrera con The Shins –cuatro discos en los que la banda de Albuquerque fue recorriendo con paciencia e ideas el camino hacia la canción perfecta- y Burton había armado un gran revuelo con su remezcla entre el inmortal The White Album de The Beatles y el magnífico The Black Album de Jay-Z. Blanco y negro para obtener mucho más que un pálido gris: EMI, dueña de los derechos de los discos de The Beatles, intentó impedir la distribución del álbum, y todo el mundo habló del problema y, lo más importante, del sorprendente resultado que Danger Mouse obtuvo de una cruza tan riesgosa. Hubo buena vibra entre ambos y de inmediato se armó una sociedad artística que floreció básicamente en una serie de encuentros en el departamento de Burton en Los Angeles. No se trató de simples “visitas de médico” de Mercer. Lo que ocurrió fue más intenso y duradero: días y días en los que la dupla aprovechó cada día para trabajar en las canciones del disco, pero también para conversar, salir de tragos e intercambiar data de música, literatura y cine. En fin, para cultivar una relación. Y es el eco de esa experiencia vital lo que respira el disco en cada una de sus diez canciones. En las antípodas de la tensión que transmiten otras sociedades artísticas liquidadas por las guerras de egos (el de Sabina-Páez es un caso cercano), este primer disco de Broken Bells nos hace desear que la cosa no termine aquí. A la enorme riqueza melódica que siempre tienen los temas de Mercer (la herencia beatle, decíamos), Danger Mouse le ha agregado el groove de la música negra. Otra vez, blanco + negro que no terminan en un gris aburrido e impersonal. Podríamos pensar, continuando con el atajo cromático, en un plateado brillante pero nada cegador. Un color de esos que combinan bien con todo. El de Broken Bells es un disco que hace menos gélida una tarde de invierno y potencia el buen rollo de una soleada de primavera. De esos que quedan adheridos por mucho tiempo a nosotros, con ese encanto que el buen pop, mágicamente, mantiene vivo desde tiempos que ya parecen inmemoriales.      

Broken Bells en la TV norteamericana (programa de David Letterman)    

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