atlas

Por Juan Terranova - @juanterranova Lunes. Me escribe una mujer italiana, a la que sospecho académica o investigadora o algo así, y me propone responder algunas preguntas sobre “memoria y literatura” Me pongo retórico y de forma informal y breve digo que "memoria" es una palabra que hoy se usa en la Argentina para saquear las arcas públicas. Más aun "memoria colectiva." Y le señalo que en nuestro país no existe la memoria como Estado Nación porque no tenemos siglo XVIII. ¿Memoria de qué vamos a tener? Después llega la insaciable pregunta sobre Internet. Respondí, con honestidad, que es una tecnología incierta aún. La conocemos y nos enamoramos. Lo nuestro está muy lejos de ser sexo casual. Hay romance, hay ganas de seguir, pero ¿cuándo terminará la luna de miel? Hay que leer a Heidegger. La tecnología nos liquida. La academia, la institución académica, y la tecnología nos alejan de la Casa del Ser. Agregaría que nos encanta ese combate y amamos perderlo. Muchas veces despreciamos lo humano, despreciamos a Cristo, su piedad, su sensualidad sencilla y pedestre. ¿Positivo? ¿Negativo? Todo es dialéctica hoy, mientras esperamos la catástrofe. Luego dije, una vez más, que en mi caso particular, Internet condiciona mi manera de escribir al punto de que si no tengo conexión me siento desnudo. Qué dura contradicción. Desnudo en una estepa siberiana. Desnudo e impotente, me empiezo a dar cuenta ahora.

 

Martes. Una remera que diga: "Dame amor. Te lo estoy pidiendo bien."

Miércoles. Salió el segundo número de Atlas, el journal de psiquiatría que edita Marcos Zurita. El primer número prometía, éste es realmente muy bueno. Trae lista de precios de fármacos, slogans de laboratorios, análisis semiológicos de publicidades de los laboratorios, textos sobre licantropía y el “efecto antidepresivo del Botox.” Las listas son especialmente reveladoras. Por ejemplo, “15 fármacos cuyos nombres comerciales subestiman al paciente y a la farmacología” o “Marcas comerciales de máquinas para Terapia Electro Convulsiva” me resultan especialmente reveladoras. Hay un artículo muy breve de Nassir Ghaemi sobre psicopatologías que me llama la atención por la precisión y la justeza con la que le marca la cancha al psicoanálisis. A la noche lo encuentro a Zurita y comentamos la revista. Promete pasarme un viejo artículo suyo sobre el MSD. Cuando llego a casa, ya tengo un correo suyo con el link. El artículo es un examen muy lúcido que hace “notar la liviana cotidianeidad con que se construye un dogma.”

Jueves. No del todo repuesto del resfrío decidí salir de casa e irme hasta San Telmo a buscar el ejemplar de El primo Pons que compré por Internet. Lo compré por recomendación de Mircea Eliade, que habla de la novela con entusiasmo en su diario. Antes de salir tomé un CuraPlus. Pero ya mientras me preparaba me daba cuenta que no era buena idea. Afuera había sol, la tarde estaba magnífica, y eso me dotó de cierto coraje. En el subte no había tanta gente. Bajé en Avenida de Mayo, caminé por Defensa, entré en la galería donde estaba la librería de usados. Miré el libro, lo hojeé. Era una edición en rústica, al mismo tiempo nueva pero vieja. (Editada en 1981, no tenía ninguna marca especial, ningún atractivo para el coleccionista.) Mientras pagaba sentía que me bajaba la presión. Afuera caía la tarde y empezaba a hacer frío. Tuve que entrar a un bar y leí, para recuperarme, el breve tratado sobre las artes ocultas que incluye la novela. París y la nigromancia bien descriptos en cinco páginas. El café que tomé me hizo bien. Pero la vuelta en el subte fue penosa. Llegué cansado y enseguida pensé que Balzac podría haber redactado un buen capítulo de una novela irónica sobre mis manías y mis desatinos como lector. Después me di cuenta que todos los lectores de Balzac deben pensar eso en algún momento.

Viernes. Leo que ayer se derrumbó un puente cerca del predio donde se hospeda la selección argentina en Belo Horizonte. “La estructura, una obra que habían construido para el Mundial, cayó arriba de un colectivo y los medios brasileños hablan de al menos dos personas fallecidas.” Las imágenes son bastante impactantes. Hay un auto y un colectivo amarillo apretados, como si fueran de papel, por un terrible bloque de cemento.

Viernes más tarde. Me acordé de Rorschach, el personaje de Watchmen. ¿Por qué? Porque lo admiro y porque él también llevaba un diario. El año que viene se van a cumplir treinta años de ese otro mundo. “Rorschach's journal, October 13th, 1985. 8:30 PM. Meeting with Dreiberg left bad taste in mouth.”