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Por Juan Terranova. Domingo. Festejo la llegada de la primavera escuchando Life on mars? mientras redactando un CV galáctico en honor a Bowie. Solo Bowie puede hacer una canción de amor donde el estribillo describe una pelea de borrachos. Desde luego, la imagen poética de un abogado pegándole al tipo equivocado en una trifulca de bar es insuperable para hablar del amor. Y no es una canción irónica. De hecho, en la ligera desesperación del estribillo se siente que lo mejor de la ironía es cuando desaparece y te quedás mirando los reflejos de la bola de espejos, parado en la pista y la música sonando.

 

Domingo más tarde. El gran tema del rock es el aburrimiento. El combate desigual del hombre contra el tedio moderno.

Lunes. En 1872 se publica en Argentina El gaucho Martín Fierro. Un año después, en Viena, Freud empieza sus estudios de medicina.

Lunes, más tarde. La salvación, el miedo y la imposibilidad de ser algo contra la nada rutinaria. Una cita del diario de Gombrowizc. “Comencé a escribir este diario precisamente para salvarme, por miedo a la degradación y a la inmersión definitiva en la marea de vida trivial que me llega ya hasta la boca. Pero resulta que aquí tampoco soy capaz de un esfuerzo pleno. No se puede ser "una nada" durante la semana para lograr existir el domingo. Ustedes, los periodistas, consejeros respetables y aficionados me debéis temer nada. Ya no los amenaza ninguna presunción mía, ningún misterio. Al igual que ustedes, que el universo entero, me deslizo hacia el periodismo.”

Martes. Me gustaría escribir mejor. Pero para escribir mejor debería dejar de escribir y pensar más. Y pensar me desagrada.

Martes, más tarde. Leo una famosa entrevista que le hicieron a Billy Wilder. La parte que me interesa dice así: “Apenas entramos, veo en un panel de corcho una foto de Marlene Dietrich. En la pared, un collage fotográfico de Wilder y su esposa, Audrey, hecho por David Hockney; una foto enmarcada de Wilder con Kurosawa y Fellini. Y, encima de la puerta, el famoso letrero diseñado por Steinberg, que dice: "¿Cómo lo haría Lubitsch?” La descripción de la oficina de Wilder me impacta. ¿Cuál es mi frase, la pregunta que me haría diseñar por un Steinberg amigo? Creo que mi “¿Cómo lo haría Lubitsch?” sería “¿Cómo lo haría Carlos Correas?” O mejor: “¿Cómo lo leería Carlos Correas?” Hay otros en la lista. Nelson Rodrigues. Ricardo Piglia. Fogwill. Anzoátegui. Mavrakis. Pero creo que Correas es mi referente en la pregunta. Aunque el ejercicio vale ya por el desdoblamiento. ¿Cómo lo haría otro que no fuera yo, otro que seguramente percibiría otras cosas y tendría otros recursos? Por otra parte, la pregunta tiene su música incluso en español: ¿Cómo lo haría Lubitsch?

Miércoles. Compré el segundo tomo de los Escritos de Lacan en un puesto de diarios a media cuadra de la Manzana de las Luces. Es la colección de teoría francesa que hizo Siglo XXI con La Nación. Me salió 56 pesos en vez de 44 porque no tenía el cupón del diario. Me pregunto en cuántas capitales del mundo se puede comprar un Lacan en un kiosco de revistas, a ese precio, en una edición que podríamos llamar “popular.” Ya en casa, leí una vieja nota que cuenta la historia de una inglesa de veintiséis años que se cortó una “lonja de piel” donde tenía tatuado el nombre de su novio. Después le mandó la piel por correo. Había descubierto que le era infiel. El tipo se llamaba Stuart May y le decían “Chopper.” La chica se había tatuado “Chopper’s Bitch.” Ajustando un poco los márgenes, la carta con el pedazo de piel se puede leer como una excéntrica, muy excéntrica, carta de amor, despecho y renuncia.

Miércoles, después del mediodía. Leo una breve nota de amor, no llega a ser una carta, de Bioy a Elena Garro, fechada el 21 de abril de 1969 en Mar del Plata. No dice nada y al mismo tiempo dice muchas cosas. Mañana viajo a Tucumán.