FOTOS

Por Juan Terranova. Lunes. Soñé con Bill Clinton. En el sueño parecía un tipo agradable.

 

Martes. Los hermanos Kouachi refundaron la Unión Europea, la libertad de expresión es un mito trágico y ni las ideologías ni las religiones conviven. Cuando pueden, intentan destruirse. Lo dijo Nietzsche. (Pero no encuentro la cita.)

Martes, más tarde. Escucho a Nikolai Petrov tocando siete de las once sonatas de Prokofiev.(Wikipedia dice que la sonata número 11 no fue compuesta y que la 10 quedó incompleta.)

Miércoles. Leo en Clarín: “Un enfermero confesó haber matado a 30 enfermos terminales

Alemania.” En el copete de la noticia: “Tiene 38 años y lo están juzgando por tres muertes. Pero le reveló a un psiquiatra que fueron muchas más. Y que jugó con la vida de los pacientes por aburrimiento.” La clave, creo, es el aburrimiento. La nota, que leo por arriba, tiene una foto bastante buena donde el reo se tapa la cara con una carpeta de color naranja. Es durante el juicio o así lo informa el epígrafe. Da la sensación de ser una parodia de lectura. El tipo está esposado. A su derecha hay un policía parado. A su izquierda, sentada, lo acompaña una mujer de civil. Quizás sea su abogada o una funcionaria del Estado. Aburrimiento, la ironía de que mate el que debe curar o cuidar, el lector tonto esposado, taparse la cara con un libro o un bibliorato, los representantes del Estado rodeando al criminal. La escena dice, tal vez, demasiadas cosas.

Miércoles, más tarde. Lo único que nos salva como especie es la hipocresía. Todo lo demás es residuo.

Jueves. Parece que Wilhelm Reich decía que el capitalismo es el imperio de lo anal

Jueves, más tarde. Mirando los Caprichos, en especial “Soplo.” Goya, un loco famoso. ¿De qué enfermó? ¿Qué fue lo que lo llevó a la reclusión en la Quinta del Sordo y le produjo alucinaciones? Goya trabajando sus tintas a fines de 1799. Se acerca el cambio de siglo. Sus obras terminan llenas de monstruos y deyecciones. Eso es hermoso. Pintar y quedarse sordo. Creo que Goya y Schopenhauer fueron dobles. Tiene sentido que se trate de un alemán y un español, un pintor de Zaragoza y un filósofo de Danzing. Sí, eran dobles, casi no tengo dudas. Se dice que la última entrada del diario de Schopenhauer fue “bueno, la sacamos barata.” Escribió eso y murió.

Jueves, medianoche. Leo mejor en verano.

Viernes. Otro artículo malo-bueno de Saer. Otra vez en El País. Esta vez el 7 de diciembre del 2002. Título: “Los microgramas de Robert Walser.” Walser siempre me pareció un escritor para gente distraída, para turistas, para afectados. Ya desde su nombre, tan alto modernismo, tan Alpes suizos cargados de melancolía... Algo completamente desechable. Y encima esos “microgramas”, la escritura tímida, pequeña, indescifrable, poemitas en papelitos escritos para que nadie los lea. La dificultad intrínseca como sinónimo de calidad. La nota de Saer es un compendio muy preciso de todas estas estupideces. Cito una parte: “En los microgramas de Walser, una motita, una anfractuosidad u otra casi invisible imperfección material del papel, perturba la lectura de una sílaba, de una palabra, mono o bisilábica, y puede ocultar el sentido de una frase y, si se repite varias veces, aún de un texto entero. Y justamente, es el papel que Walser acostumbraba utilizar, lo que ha suscitado entre sus críticos y sus biógrafos, las más perplejas reflexiones”. Otro párrafo: “Para hacerse una idea aproximativa del tamaño de su escritura, basta saber que según Werner Morlang, uno de los más denodados exploradores del Archivo Robert Walser, de 34 hojas de microgramas se extrajeron dos libros enteros, la novela El bandido, que en la versión francesa editada por Gallimard tiene 152 páginas, y la serie de escenas y de textos breves (género en el que Walser alcanzó las cimas de su arte) que, con el título general de Félix fueron descifrados y editados en 1972 por Jochen Greven y Martin Jürgens.”

Las cimas de su arte. La perplejidad. Lo muy pequeño. La escritura. En fin. Pero dentro de ese revuelto gramajo de tardoromanticismos e infatuaciones varias resulta que hay “una obra.” Y es una obra atendible. Quizás Walser habría merecido otros exégetas. Quizás no. Copio una frase suya: "Uno se porta bien cuando no quiere a nadie." Otra: “La completud/ es una forma de podredumbre.” Creo que el Jakob von Guten hay que leerlo desde Arlt, no desde Kafka, y menos desde el Kafka atribulado y simplón que dicen que denuncia la siniestra vida contemporánea. Así y todo, El juguete rabioso es mejor que Jakob von Guten. La diferencia estaría en la plasticidad de Buenos Aires, tierra de pícaros y adelantados, y la encorsetada tradición de la vieja Europa y sus rituales.

Viernes, más tarde. Ramón María del Valle-Inclán: “Creo cada día con mayor fuerza que el hombre no se gobierna por sus ideas o su cultura. Imagino un fatalismo del medio, de la herencia y de las taras fisiológicas.”