captura pantalla

Por Juan Terranova. Sábado. Releo este diario. Encuentro muchos errores. A veces pienso que es un diario “artificial”, que al no contar mis banalidades diarias y existenciales se genera un espacio sin verdad. Pero los errores le dan algo de vida. Ahora escucho a Berlioz, sin terminar de concentrarme en la música.

 

Domingo de madrugada. Hay balotaje para elegir presidente. Busco los Himnos de la noche en la web.

Lunes. No sé bien qué hora es. Primer fragmento de los Cahiers de Ciorán: “He leído un libro sobre la caída de Constantinopla. He caído con la ciudad.” Vuelvo a escuchar la Sonata para violín y piano en Sol mayor de Ravel que escucho desde hace casi veinte años. La conocí en 1997, lo recuerdo bien, en la versión de Alberto Lysy. (Me hubiera gustado que la escribiera Bartok.) En YouTube el segundo movimiento por Oistrakh y Vsevolod Petrushansky en piano.

Martes. Releyendo Las ciudades invisibles de Robles para la clase del jueves. Qué bueno es.

Miércoles. Reviso los Caprichos de Goya. Me gusta mucho el que se llama “¡Miren qué graves!” donde dos brujos con caras animales montan dos bestias antropomórficas. Goya escribió para describirlo: “Dos personajes bestiales hacen ejercicio a caballo. El uno célebre por lo devoto y el otro por lo ladrón.” El devoto. El ladrón. Leo en Wikipedia: “Esta estampa es una de las pocas que el pintor firmó, siempre en la esquina inferior izquierda.” Más tarde, escucho el primero de los cuartetos de cuerdas de Bela Bartok, después, el Cuarteto de cuerda nº 19. Mozart, el “disonante.” Busco similitudes, como no sé mucho de cuartetos de cuerdas, las encuentro enseguida y me creo un excelente melómano. Igual son dos obras que me gustan. Empiezo a escribir sobre la Antártida. Quizás una novela. Quizás otra cosa.

Miércoles, más tarde. Leo que la gente en Francia se come alrededor de 200 millones de ranas por año y que a lo largo de su vida una mujer puede llegar a ingerir hasta cuatro kilos de barra de labios. Ranas y lápiz labial, la dieta básica de la francesa moderna.

Jueves. Largo día de trabajo en el museo y a la noche la clase en Puán. Pero la clase es buena, sale bien, y eso redime todo. Los alumnos entiende la forma en que leo a Mavrakis y a Robles, o al menos yo siento que transmito lo mejor que puedo todo el talento que hay en sus libros.

Jueves de madrugada. Sigo pensando en la foto de Pumpunchino, el ladrón trabado en las rejas de la casa asaltada. Intentó pasar y no pudo. Soñé con eso varias veces. En la foto, vemos que quedó boca arriba, con su calva de monje shaolin, detenido por el fierro de la ventana que le anticipa una futura cárcel y también vemos como le cuelga, piadoso, un rosario del cuello. (Apunte de la clase: la frase de Mark Twain que a veces cita Borges y en la que cifro la respuesta que Carlos Busqued le da a la política y al humanismo en su novela: “Yo no pregunto de qué raza es un hombre; basta que sea un ser humano; nadie puede ser nada peor.”)

Viernes, a la noche. Tarde rara. Con momentos de mucha concentración y luego amplias lagunas de dispersión. Leo que un joven suicida se tiró desde el tercer piso del Shopping Abasto. La nota tiene una línea interesante: “Una persona, de aproximadamente 25 años, se suicidó arrojándose desde el tercer nivel. Aparentemente, llevaba una máscara de Jason (personaje de una película).” La máscara siempre es disruptiva. Y nunca tapa la muerte. Releo al pasar la Cátedra sobre la canción de amor de Nick Cave que cité como ejemplo de romanticismo extremo y hermosamente anacrónico en mi clase. (Si el poeta no se suicida, ¿le creemos? Al rocker no le creemos. El suicido como prenda de valor, como subrayado.)

Sábado. Leo un titular de The Moscow Times: “A statue of Bolshevik revolutionary Vladimir Lenin in Ukraine's Odessa has been converted into a monument to Darth Vader.” No me sorprende. Odessa y Vader estaba destinados a encontrarse en un espacio público. Pero ¿no dice esta transformación algo no del todo correcto sobre la idea que tenemos hoy de la fuerza? Lo que me sorprende en todo caso es que ese cambio haya tardado tanto en llegar.