GOBERNADOR NORTEAMERICANO E INFORTUNADA AMANTE
Dos veces víctima

Mark Sanfordcorazón destrozadoPor: Adriana Amado. Mucho se habló del arrepentido Mark Sanford, el gobernador estadounidense que reconoció ante sus votantes un romance que lo alejó temporariamente de sus funciones. Pero mucho más se habló de su infortunada amante, que no sólo padeció un romance bastante irregular sino que ahora debió soportar el escarnio público por el simple hecho de haber sido la destinataria de ciertos correos electrónicos privados. En el caso de Sanford, podríamos llegar a discutir si las razones de interés público nos habilitan a meter las narices en su alcoba, pero en el caso de su amante, no es tan claro el derecho que nos asiste a ventilar sus intimidades en la plaza pública.

Se suponía que la correspondencia epistolar era inviolable, y no porque estuviera prohibido romper el sobre. En este caso, sabemos lo que sabemos porque un truhán decidió meterse en correos que no eran suyos y divulgarlos a través de un medio de prensa. Pueden alegar que los ciudadanos de Carolina del Sur tienen razones para conocer aspectos de la vida privada de su gobernante, sobre todo cuando se usaron fondos públicos para amenizarla. Pero ¿cuáles son las razones de estado por las cuales se divulga el nombre de la señora de la cual se enamoró?

Hay que decir que en este punto los medios argentinos no ahorraron detalles. Algunos hasta publicaron un currículo tan completo y detallado que daba coordenadas geográficas precisas para ubicar a la señora, por si alguna organización fundamentalista quería dedicarle un acto de repudio. ¡Si hasta datos de sus preferencias deportivas se aportaron! La simple develación habilitó a que varios móviles ¿periodísticos? se apostaran durante horas para transmitir la puerta de ingreso a su trabajo, o el pallier de su casa. Más aun, hay quien no dudó en editorializar el éxito de las “morochas argentinas” a juzgar por media docena de romances internacionales. Incluido, obvio, el de Sanford.

Habitualmente se usa la idea de “crimen pasional” para calificar un asesinato, como si el despecho, los celos, la traición, exculparan al asesino (y condenaran a la víctima, habitualmente femenina). Acá también el “despechado” resultó ser el criminal del caso, y curiosamente, el único cuya intimidad todos protegieron. Porque la persona que craqueó el correo de la señora involucrada cometió violación de correspondencia por medio de vaya a saber qué delitos informáticos. Pero la versión de que el delator había sido “un amigo” (que algunos hasta consagraron como “novio”) que en su desamor había develado el affaire circuló sin filtro hasta en los diarios más señeros. Aún cuando la especie provenía de un periodista que no se caracteriza, justamente, por su credibilidad. No importó lo arbitrario de la versión ni lo dudoso de su fuente: al romance con el gobernador se le agregó el dato de unas vacaciones en Brasil con un presunto señor (que también se identificó con pelos y señales) y el episodio se transformó en la comidilla de las ediciones dominicales. Y eso que tuvo que ser desmentida apenas unas horas después. Después se escandalizan con los programas de chimentos… ¿Hay alguna diferencia con este periodismo delator, husmeador de la vida privada y chismoso de cualquier detalle irrelevante?

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