LA MUERTE DE MERCEDES SOSA EN LOS MEDIOS
Abuso de obituario

Mercedes SosaPor: Adriana Amado. ¿Quién podría no haberse conmovido con la muerte de Mercedes Sosa? ¿Cómo quedar afuera de esa tristeza que se siente cuando se va alguien valioso, aunque sepamos que su arte lo hará eterno? Pero a pesar del sentimiento, y justamente por respeto al sufrimiento ajeno, me pareció que hubo cierto abuso de homenaje en las últimas horas de la artista. Incluso, algunos medios no dudaron en despachar la necrológica mucho antes del desenlace, jugando con una primicia innecesaria.

Sabemos que el obituario es un género que se prepara con tiempo. Con el cinismo propio de quien debe lidiar con los peores asuntos, en las redacciones se va juntando información, imágenes y testimonios para llenar páginas y horas cuando se de la partida del personaje en cuestión. Cuanto más probable sea el deceso, más material se acopia para acompañar a las audiencias en el mal momento. Así ocurre que no siempre los sentidos homenajes surgen de las mejores intenciones, sino de la mezquindad propia del showbusiness.

Los medios no siempre actúan por puro sentimiento humanitario, y en la catarata de salutaciones se hace difícil distinguir los sinceros homenajes de los oportunistas, ésos que usan la retrospectiva del famoso como gancho para atrapar audiencias al cierre de la programación.

Es obvio que todos estábamos bastante conmocionados estos días en que Mercedes Sosa transitaba su agonía y que eso reavivaba un súbito interés por ver a la cantante en Cosquín 1988, o la entrevista que le hizo la televisión austríaca en una de sus giras internacionales. Pero algunos canales aprovecharon y armaron una programación 24 horas con recitales que difícilmente exhibirían si no fuera para aprovechar la ocasión. Y algunos suplementos de espectáculos apuraron la despedida, con fotos de archivo y recuerdos cariñosos de gente que no necesariamente la conoció. Para la avidez periodística, bastaba con haberla saludado a la salida de un recital, o haber compartido un avión para conceder el derecho al testimonio. Es más, para algunos noticieros bastaba dejar un mensaje en la página web de la cantante como para formar parte del fascinante mundo de las noticias. Cada hora, el presentador de turno leía mensajes del tipo “Jorge de La Boca le dice Negra te queremos y estamos con vos”, y con entusiasmo incomprensible agregaba “Acá tenemos un mensaje desde Carolina del Norte, de Laura que le dice tengo todos tus discos”. Y para legitimar la noticia aclaraba “Repetimos, es la página o-fi-cial de Mercedes Sosa y estos son los mensajes que le van llegando desde todo el mundo”. ¿Qué clase de periodismo se basa en los mensajes anónimos dejados para otra persona?

Por lo menos, las radios pasan los mensajes  propios, aunque desentonaran entre el informe de tránsito frases conmovedoras  como la de Jesús de Almagro: “La Negra no se fue, apenas deja de cantar en vivo”. Pero en ambos casos, se trata de saludos que se dejan por ahí no con el objetivo de acompañar a los deudos, sino para exhibir públicamente conmiseración y competir en conmoción.

Me pregunto si tanta mediatización del dolor no es en el fondo un exhibicionismo narcisista, para ver quién tiene la lágrima más grande. Como ocurre con las catástrofes, las muertes venden medios. Venden suplementos de colección, venden rating en los alicaídos programas del fin de semana, venden retrospectivas cocinadas en la agonía del que se va. Entonces se hace difícil decidir cuándo se termina el homenaje sincero y cuándo empieza la explotación de la infausta circunstancia. ¿Será que los medios no son el mejor lugar para estas expresiones?

Si la frase hecha es un clásico en los velorios, imagínense el festival del lugar común que se monta en noticieros y programas de espectáculos, muchos de los cuales nunca hablaron del arte de la cantante, aunque no se quisieron perder el compilado de pésames. Igual que esos oportunistas que van al velatorio a tomar café, muchos programas apuraron la muerte de una artista querida haciendo una necrológica cuando todavía estaba viva. No sea cosa que se perdieran la primicia.

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