CRIATURA CON VIDA PROPIA
Pedagogía al pelo

sin rulosPor: Adriana Amado. Hay una anécdota que suele dejar a mis alumnas con los ojos así de grandes: ésa que cuenta que cuando yo era chica no se usaba crema de enjuague. Ellas son de la generación de la crema para peinar, del tratamiento nocturno sin enjuague, del spray post planchita, y de cuanto producto se requiera para convertir el lavado del cabello en una ceremonia más compleja que la postulación al premio Nobel. Es inconcebible para estas jóvenes universitarias que el lavado del pelo no tenga por lo menos tres pasos ni cueste una fortuna.

Hay que reconocerle a la industria del champú y derivados el mérito de haber convencido ya a varias generaciones de lo imprescindible de sus carísimos servicios. Lo de ellos sí que es creatividad aplicada a vender el mismo detergente con distinta etiqueta y color. Es casi un milagro que cada temporada renueven la fe en la religión capilar, llevada al extremo del fanatismo irracional de creer que un químico aplicado a una excrecencia del cuerpo puede transformarnos en algo distinto de lo que somos.

La movida más fuerte empezó hace años, cuando se aplicaron ingredientes culinarios al detergente para transformarlo en algo más categorizado. Huevo, crema, miel, limón (componente del Cadum, que hizo famosa a Susana allá por los setenta). Como para que no extrañáramos la cocina cuando estábamos en el baño. Después los componentes naturales se hicieron exóticos: palta, jojoba, jalea real. La idea siempre es convencernos de que estábamos haciendo algo más trascendente que lavarnos el pelo.

Después vino el hedonismo de los noventa, y el pelo se emancipó y comenzó a exigir productos a su medida. Parece que a fin de siglo descubrieron que el pelo con rulos tiene una fisiología incompatible con el champú para pelo lacio, tanto como el rubio no admite el jabón de los morochos. Así de discriminador es el cabello. En su especificidad llegó a haber una variedad para “capas destacadas”. Así como se lee. O qué te pensás: el peinado no te admite cualquier espuma.
Tanto capricho concedido a una generación de cabellos que ahora hay que “disciplinarlos”. Como párvulos rebeldes necesitan correctivos: que los alisen, que los sellen, que los mantengan a flote (¿no viste el aviso?, el pelo castigado ¡se ahoga en la pecera!). ¡Hay que  “keratinizarlo”! Y para que no olvide fácilmente nuestros esfuerzos, ahora hay una variedad para la memoria. Ojo, el “Memorize” no es las para neuronas. Una pena. Pero es al pelo al que se le exige ni olvido ni perdón.

Tan unificada tienen los publicitarios a la figura femenina que no sabés si se trata de publicidad de productos para el cuidado del pelo o de las mascotas: crecimiento fortificado, nutrición, disciplinamiento. Mientras para los hombres, champú y desodorante es un medio para el triunfo (con solo rociarse se levantan minas), para la mujer es una responsabilidad social. Se trate de alimentar la familia o nutrir el pelo. Y así como tenemos el yogur para la osteoporosis, ahora también viene un champú con calcio. Dicen que para estimular el crecimiento. Pero no me animaría a probarlo. No por lo menos hasta tener garantías de que la espuma distinga la cabeza del resto del cuerpo. No quisiera salir de la ducha cubierta de pilosidad extendida. ¿O será por eso que inventaron el desodorante que disminuye el vello?

Así fue que han convertido al cabello en una criatura con vida propia, al que tenés que nutrir, disciplinar, cuidar de noche, y compensar por los daños infligidos. Como, por ejemplo, el “daño térmico”, según explica una chica que dice que le sale humito de la cabeza, aunque no precisamente por la profundidad de su reflexión intelectual. Porque, por alguna razón que desconozco, aun mujeres inteligentes en su profesión, en las publicidades de champú hablan como tontas. Igual yo trato de aplicar sus consejos. Ahora que los jóvenes están en lucha y movilización por cualquier cosa, no quisiera enfrentar una insurrección capilar por faltar a mis deberes pedagógicos con mi cabellera. No sea cosa que tenga que salir así, con estas mechas.

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