TEORÍA HERMOSA
Ellos manipulan, nosotros no

TELEPor: Adriana Amado. En los últimos años, hubo un consistente crecimiento de un culto que cuenta con apoyo oficial y la adhesión de un grupo reducido pero bien patrocinado de comunicadores y periodistas. Es el dogma de la manipulación mediática. Sus profetas proclaman a los cuatro vientos que “los medios manipulan” irremediable y multidireccionalmente. Los medios manipulan a sus audiencias y a sus empleados, porque las corporaciones manipulan a sus corporativos y los anunciantes y financiadores manipulan a sus favorecidos. Así la rueda de la manipulación aplasta a su paso a medios, empresas, periodistas, empleados y públicos de esos medios. El único antídoto conocido a semejante mal es convertirse al culto, porque al parecer todos son manipulables, excepto los intelectuales y periodistas que acusan de manipulación a los otros. Al parecer, el dogma les daría una clarividencia que no tienen los otros ciudadanos, al punto de que sólo ellos se dan cuenta de cuáles son los medios perversos. Y, de paso, son los únicos con carné para hacer medios puros, que no manipulan ni son manipulados.

Es una teoría hermosa para suscribir porque tiene muchos beneficios. Primero sirve para explicar cualquier inconveniente social: hay una lista de medios y periodistas malos a los que siempre se les puede echar la culpa de inventar los problemas. Las cosas malas no ocurrirían: son solo una construcción discursiva. Para esta fe, sólo existirían las cosas buenas, sobre todo aquellas que son confirmadas por alguna fuente oficial. Segundo, es una teoría muy sencilla de entender porque solo tiene dos categorías. De un lado están los medios malos, también llamados “hegemónicos”, que son los que cometen tropelías: siempre confunden a sus públicos, les mienten sistemáticamente, operan con descaro y todo lo que hacen es porque alguien les paga. Del otro lado, los medios puros (o “contrahegemónicos”) hacen exactamente lo contrario: son los únicos que esclarecen los sesos de sus audiencias, porque de ellos y solo de ellos es la Verdad, al punto que jamás de los jamases se equivocan. Y nunca operan, ni siquiera cuando ofrecen información de una única fuente, que solo por casualidad puede ser su principal patrocinador. Es que los medios puros están más allá de cualquier parámetro de calidad periodística porque de su lado está el Bien, y con eso alcanza. Entonces, al ciudadano le basta con armarse una tablita de dos columnas para poner de un lado los medios malos a evitar y del otro, los puros. Es fácil porque estos últimos suelen colgarse la medalla de macanudos y dedican mucho de su esfuerzo a acusar a los pérfidos.

Hay una tercera y definitoria razón para suscribir el dogma de los medios puros: los patrocinadores de la Verdad Oficial son muy generosos a la hora de premiar sus servicios. Hay jugosas cifras para quienes se comprometen con las causas justas.  La desventaja es que, una vez abrazada la causa, no admite contraargumentos de ningún tipo. Ni que vengan de la mano de investigadores prestigiosos mundialmente como Manuel Castells. Porque ¿quién querría abandonar una causa tan inmaculada y tan comprometida con los únicos valores que cuentan? Porque la realidad, la verdad, la justicia, la información sólo está del lado del proyecto contrahegemónico, nacional y popular. La imaginería, el engaño, la estafa, la operación están del lado de los otros. ¿Y quién querría estar en el eje del mal si los premios y el civismo están del otro? Prueba de ello es la lista de numerosos conversos, que habiendo pasado la mayor parte de su vida en los “medios hegemónicos”, son ahora sus principales detractores.

La inconsistencia en el credo es que los acusadores de los medios manipuladores no pueden explicar por qué unos y otros siguen contando con financiamiento estatal extraordinario. Como comparación, piense en que la administración Lula da Silva, gastó una media anual de $ 3.000 millones anuales, considerada un derroche para un país de más de 190 millones de habitantes.

Según lo que declara el propio el gobierno argentino, en 2009 gastó en publicidad oficial más que un tercio que Brasil, pero con un quinto de su población. Es que aunque los medios “malos” suelen ser castigados con una menor proporción de los dineros públicos, luego de ocho años siguen teniendo más audiencia. A pesar de tantos esfuerzos de sus evangelizadores, de tanto apoyo financiero, la ciudadanía continúa eligiendo los medios equivocados. Parece que las ingratas mayorías aún no estarían en condiciones de apreciar las excelentes producciones de Encuentro, ni las astutas ediciones de los programas de PPT (propaganda política travestida); ni las apasionantes propuestas del canal público. Para los defensores de la teoría, obviamente se trata de una artera manipulación de los medios. Y de la derecha, que lo único que busca es la alienación. No importa que por cada Durán Barba haya un Braga Menéndez: la cultura de la imagen está solo de un lado. Los millones diarios que se gastan en pauta estatal (nacional, provincial, estatal), los auspicios a espectáculos colectivos especialmente montados para su televisación, la transmisión de encuentros deportivos y el patrocinio del fútbol profesional, las huestes de comunicadores, productores, periodistas y comedidos que participan de este sistema de medios no trabajan para la cultura de la imagen. Ellos no hacen espectáculos, sino eventos culturales. Ellos no son masificados, sino populares. Ellos no queman dinero en fuegos artificiales: iluminan los cielos argentinos.

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