LOS UNOS Y LOS OTROS
De noticias y helado de avellanas

noticias y heladoPor: Adriana Amado. Imaginen un consumidor, pongamos de helados, que anduviera por ahí visitando heladerías buscando su gusto favorito (supongamos chocolate amargo y avellanas, para hacerle honor al colega Porta Fouz). El tipo sabe que tiene una preferencia especial, y que no va a encontrar lo que quiere en todas las heladerías, pero se la pasa todo el tiempo yendo a los lugares donde sabe que no venden sus gustos favoritos o donde no los preparan como a él le gusta. Entonces, cada vez, sale furioso de la heladería al grito de ¡Qué-barbaridad-cómo-no-tienen-avellanas! O ¡A-esta-porquería-llaman chocolate-amargo! Tal es su indignación que no pasa un día sin que publique su desazón en el Facebook, o mande una cadena de correos, convencido de que está cumpliendo la función social de alertar a los inadvertidos: “¡Qué irresponsabilidad! El día tal la heladería cual volvió a no tener helado de avellanas”. Y los amigos acompañan la decepción con manitos de apoyo y comentarios del tipo “Qué se puede esperar de heladerías hegemónicas que solo se ocupan de los gustos masificados de  los pequeños burgueses”.

Esta situación la veo todos los días en ciertos lectores que se la pasan reclamando noticias a diarios que jamás comprarían. O peor, pseudo analistas de medios que acusan que tal diario dio la noticia pero chiquitita en la esquina de la tapa, o en página par, lo que parece ser casi como no publicar nada. Al parecer, la vara de la importancia sería una sola y la una única manera de medirla la conocen ellos. Y los diarios que ellos leen serían los únicos ajustados a su sistema métrico. Su planteo sería algo así como yo quiero que en tu heladería, a la que nunca iría a comprar nada, tengan chocolate amargo y avellanas, pero andá sabiendo que en la que frecuento yo no vendemos crema americana porque suena imperialista.

Hay dos cuestiones en esta perspectiva que no tienen asidero técnico ni legal. La menos importante es la falsa creencia de que algo que no aparece en un diario está conspirativamente silenciado. Sin mencionar la sobrevaloración que hacen de las tapas y los zócalos gráficos de los noticieros. Para esta gente lo que está impreso en la pantalla o en la tapa parece tener un efecto manipulador irreversible, como si leer fuera automáticamente creer. Pero aunque carecen de evidencias científicas de que la mera exposición genere semejantes efectos, lo absurdo es que el ciudadano medio ni siquiera se detiene en esos espacios que frecuentan los que se dedican a buscar conspiraciones informativas (y acá una linda paradoja: la mayoría no lee esas noticias; los que las leen con atención, las desmienten. Entonces ¿quién les cree?). Tan desarticulada anda la oferta con la demanda que desafío a que encuentren  correlaciones entre los títulos de tapa de cualquier diario y las noticias más leídas del día.  Casi nunca coinciden. Tampoco parece ser crucial el espacio, porque tal como funcionan hoy los medios la vida útil de una noticia no depende de su tamaño, sino de su peso específico.  No en vano hoy a las noticias importantes les alcanzan los 140 caracteres.

La segunda cuestión, más crítica, es ¿quién determina lo que es importante saber? ¿El que emite la información?, ¿o el que la recibe? El derecho a la comunicación establece que la información tiene la medida de lo que necesita conocer el ciudadano. Ahora, ¿todos tenemos que informarnos de lo mismo, con los mismos adjetivos y el mismo espacio? ¿Sería deseable una democracia donde todos los diarios publiquen las mismas y únicas noticias todos los días? Y en ese caso,  ¿quién establecería qué es lo que tenemos que saber? ¿La agencia Telam? ¿La agencia Dyn? ¿Quién tiene más obligación de respetar la diversidad de información? ¿Una agencia privada o un organismo público? A los gendarmes oficiosos de la información les vendría bien calibrar el noticiómetro. Se sorprenderían al constatar quién omite más sobre cuestiones de interés ciudadano.

Los que estudian hace mucho estas cosas dicen “que pensar que los medios se limitan a reflejar una “realidad” es tan estúpido como considerar que la deforman”.  El mismo día que Verón recordaba esta imposibilidad, otro estudioso del asunto planteaba que en cuestiones de medios también hay una elección. Waisbord decía que “Hay una militancia sobre los medios. Y así como la gente vota a tal o cual candidato, también elige un medio u otro". Así, leer La Nación, Clarín o Página 12, o ver TN en lugar de 678, son decisiones que forman parte de una toma de posición política”. Surge la  pregunta más incómoda para los buscadores de sesgos noticiosos, ¿por qué  la ciudadanía es soberana y autónoma para elegir a sus autoridades pero parece que no es capaz de elegir un diario o un canal de noticias? ¿Acaso no son los mismos que eligen uno y otros?

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