EN LA DISCUSIÓN SOBRE LOS MEDIOS/
Periodistas del noventa

PERIODISTAS DEL 90/Por: Adriana Amado - @adrianacatedraa Parte del relato dice que se empezó a hablar de los medios hace unos pocos años, que apenas ahora se está haciendo una crítica de los periodistas, que todavía le deben una autoevaluación a la sociedad. Para mí, que conozco gente que viene estudiando y discutiendo el tema desde mucho antes de que cambiara el siglo, ese repentismo me parece una injusticia. De hecho, para la época de la crisis de 2001, el periodismo ya había empezado a discutir sobre su condición y había varias iniciativas para ello, como mencioné en alguna otra parte. Poner como punto de partida de la discusión sobre los periodistas a la ley que regula una parte de los medios (los audiovisuales) es desconocer todo el trabajo que se hizo previamente, sin el cual esa sanción no hubiera sido posible. Pero además, creer que la crítica del periodismo es esta que vemos implica aceptar que analizar el periodismo es ridiculizarlo, acusarlo, hacer escarnio de ciertos figurones en programas de baja estofa, replicar consignas seductoras, que no se demuestran por el solo hecho de repetirse como mantras. Ya en 1919 decía Weber que los periodistas eran una suerte de parias juzgados por sus exponentes de menor nivel ético. Un siglo después no podemos discutir el periodismo limitándonos a los pocos nombres que tienen de punta en el programa “678”.

Desde ese revisionismo berreta, por ejemplo, se acusa al periodismo de cómplice con las políticas aplicadas en los noventas, o de poner y bajar presidentes y varios latrocinios por el estilo. De lo segundo hay tantas evidencias de que lo que propusieron los grandes diarios coincidió con lo elegido por la sociedad como de lo contrario, sin que en ninguno de los casos se haya demostrado la relación causal entre noticias y votos. Por caso, la candidatura de Angeloz ha sido un gran fracaso de los llamados “medios hegemónicos” en el momento que tuvieron más lectores en su historia. Y no el único.  De lo primero, tampoco nadie aportó pruebas. Antes bien, uno de los estudios que durante los noventa se hicieron sobre el periodismo parece decir todo lo contrario.

Porque  a pesar de que digan ahora que en los noventa nadie hablaba del periodismo, sí se estudiaba. Son escasos los estudios sistemáticos, es cierto. Y tanto entonces, como ahora, son iniciativa de privados y de la sociedad civil. Pero existen y están publicados. Uno de ellos fue un estudio coordinado por Rosendo Fraga en 1996, que además comparó la opinión de los periodistas con otros grupos sociales. Sobre la posición de los periodistas con relación a la economía la conclusión es la contraria a las acusaciones de complicidad de la prensa con el poder. Solo el 13% de los periodistas reconocían tener “imagen buena del modelo económico”, frente a 16% de la opinión pública, 29% de los jueces, 30% de los políticos y 60% de los empresarios. En el otro extremo, manifestaban una mala imagen del modelo económico el 53% de los periodistas; el 43% de la opinión pública; 30%, los políticos; solo 7% los empresarios y ninguno de los jueces. Concluye el informe que “A partir de estos datos puede decirse que la opinión pública y los periodistas se muestran muy críticos respecto del modelo económico”. Es decir, que la supuesta manipulación de los medios con relación a la aceptación de las políticas neoliberales no pareciera haber operado ni en los periodistas ni en la ciudadanía. Eran los políticos y los empresarios los que llevaban la voz dominante, y seguramente no porque lo leían en los diarios.

Otra de las investigaciones que se hicieron en los noventa fue “Periodistas”, que editó Luis Majul con la coordinación de la Dra. Lila Luchessi. Debo decir que fue justamente ese libro publicado por Sudamericana la razón por la que escribo en este sitio (antes de que me acusen a la inversa, de que estoy escribiendo esta nota para mencionar ese trabajo). Mi investigación de doctorado de hace unos años me llevó a entrevistar al autor, circunstancia en la que nos conocimos y me invitó a escribir. Y acá estamos. Así que la mención no es un acto de obsecuencia, sino de honestidad intelectual. Porque lo cierto es que, de entonces a hoy, sigo buscando investigaciones de campo sobre la situación del periodismo en esa época, y siempre me remiten a estas referencias.

A falta de datos en contrario, puedo tomar como cierto que en 1999 los entrevistados entendían que la concentración de medios condicionaba el derecho a recibir información (70%) y limitaba la libertad de expresión (32%). Aun así, los entrevistados sostenían que ellos tenían libertad para elegir los contenidos y que coincidían con la línea editorial de los medios en los que trabajaban.  De este libro también tomo los datos de percepción social del periodismo en los noventa. La imagen positiva pasó de 49% (1992); 51% (1994); 62% (1996); 53% (1998). Hacia el fin de siglo empezó a bajar más marcadamente para llegar a su piso en la crisis de 2002. Esto también es una evidencia de que la opinión pública nunca fue unánime en su confianza en los medios. Aun en sus mejores momentos, había tantos que confiaban en los medios, como los que tenían sus prevenciones. No parece haber engañados masivos para esos años.

Puede ser que estos datos sean insuficientes. Pueden que algunos no los consideren legítimos. Pero hasta donde sé, son los que hay. Me encantaría leer alguna investigación en las que basan sus conceptos  esos que descubrieron súbitamente que  los medios tienen la culpa de todos nuestros males. Porque para discutir sobre los medios y su influencia en la opinión pública, hoy o en los noventa, hay que hacerlo con datos ciertos y metodológicamente justificables. Ojalá aparezcan más referencias empíricas para enriquecer la discusión, entendiendo que hacen falta más datos que ensayos filosóficos o exégesis de las noticias. Porque, por momentos, los que hoy están dando cátedra sobre medios parecen los más desinformados.

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