TWITTER POR LA NOTICIA

Por Adriana Amado - @Lady__AA En contextos de información escasa, cualquier tuit es noticia. A pesar de que sigue siendo la red social con menos usuarios, el hecho de que casi todos los productores de noticias estén ahí la convierte en el espacio donde poder y periodistas hacen como que intercambian información. Como las declaraciones en Twitter se convirtieron en la fuente principal de las noticias de política, la política descubrió que era un espacio muy conveniente para multiplicar en la prensa declaraciones que de otra manera no interesarían ni siquiera a sus seguidores.

 

En la última semana desde las distintas redes oficiales se buscó reafirmar el mensaje presidencial “nosotros, la alegría y el bullicio/ellos, el silencio” con que se buscaba contrarrestar los efectos de la marcha del silencio del 18F por la muerte del fiscal Nisman. El fin de semana desde todas las cuentas oficiales se sobreactuó el clima festivo comunicando casi excluyentemente la inauguración de un hospital y un anfiteatro en una localidad patagónica y las consignas #carnavalfederal2015 y #VeranoDeEmociones. El miércoles de la marcha se agregó la planta de energía nuclear que aunque venía a reforzar el set de la alegría no era la de Homero Simpson.

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Mal acostumbrada a que sus tuits se conviertan en titulares, la presidente supuso que podía lograr entusiasmo compensatorio del clima meteorológica y emocionalmente tormentoso de una marcha que resultó multitudinaria. Sin contacto con periodistas que le puedan preguntar por otros temas y acostumbrada a que su administrador bloquee los seguidores díscolos, a veces pierde el sentido de la agenda. Total sabe que sus tuits tendrán más repercusión en la prensa que entre los propios seguidores. Como la foto de la presidente exultante en su lugar en el mundo, que se reprodujo en toda la prensa aunque no llegó a ser compartida un centenar de veces.

Las publicaciones de la cuenta presidencial raramente superen el centenar de réplicas entre los 3,5 millones de seguidores que registra a inicios de 2015. Apenas unas pocas superan las tres mil interacciones, que se reducen a seiscientas en el caso de la cuenta de la casa de gobierno @casarosadaAR, con algo más de doscientos mil seguidores. Lo interesante del asunto es que las publicaciones más populares poco tienen que ver con información de interés general. La dudosa humorada de la mandataria al idioma chino se convirtió en la publicación más replicada de su historial tuitero, pero aun así apenas supera el 0,15% del total de sus seguidores que son a su vez una pequeña porción de la ciudadanía. La convocatoria de @casarosadaAr a la #fiestadeellago en El Calafate transmitida por la TV pública apenas interesó a cincuenta personas. Menos de la mitad de éxito tuvieron los tuits de #atucha2 emitidos por @casarosadaAr durante la marcha, que a su vez representan una décima parte del interés que despertó el tema en la cuenta de @CFKargentina, es decir, un 0,01% de los seguidores. La cuenta @veranoemociones desde donde se intenta elevar la moral de la población apenas ostenta mil seguidores y cincuenta retuits como mejor marca.

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Sin anoticiarse de la baja repercusión en las mismas redes en que se difunden de las noticias del carnaval, las cuentas oficiales insistieron en hablar de la energía nuclear cuando las marchas ciudadanas se convocaban en las ciudades. No hay manual de comunicación que aconseje enjuagar con gacetillas de prensa el talante social. La opinión pública no es un vaso en donde una sustancia desplaza a la otra sino donde los humores se fusionan, se desbordan, y cada quien decide qué espacio le da de su escasa atención a las novedades disponibles.

Usar las redes como única fuente de la información presidencial es reconocer la limitación del trabajo periodístico. Aunque los actos y declaraciones de los presidentes son parte de la cobertura noticiosa, que solo cite comillas tomadas de las redes o de la cadena oficial muestra que el periodista no accede a fuentes de información mejores. Mientras las redes ignoran esas declaraciones oficiales, los periodistas sobrevaloran esos dichos. Con el agravante de que al reproducir lo mismo que está disponible en la red la información se vuelve tautológica: la única verificación que ofrece el periodista a su lector es que fue publicada en Twitter.

Cuando la prensa se limita a ser caja de resonancia de esas versiones oficiales queda pegada a su descrédito y pierde la iniciativa periodística. Cuando la oficialidad solo se esfuerza por emitir mensajes y tratar de tapar uno con otro, pierde la iniciativa de gestión para convertirse en un comunicador compulsivo. Mientras algunos soñaban que los medios eran inmensas plazas virtuales, se constata que su alcance no tiene relación con su impacto. La presidente puede tener 3,5 millones de seguidores pero raramente consiga más de trescientas repercusiones. Si a las cuentas oficiales se restan los seguidores bloqueados, los falsos, las cuentas en el extranjero, los que están ahí por razones distintas a las del apoyo popular, queda bastante menos. Pero que la prensa diaria resulte más entusiasta con esas declaraciones que la militancia es una gran incógnita.

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