LA CRUELDAD EN EL TRATAMIENTO MEDIÁTICO DEL FENÓMENO ZULMA LOBATO
Tortura y exclusión

Zulma Lobato en Crónica TVPor: Julián Gorodischer. La historia empieza en el estudio de Crónica TV, más precisamente en el programa “Hechos y protagonistas” que conduce Anabela Ascar. Una travesti se presenta para hacer una denuncia: es valiente al asumir valor de representación; habla por otras; su reclamo no es individual sino que refiere a un asedio colectivo: el cobro reiterado de coimas de 50 pesos, el ensañamiento especial que se dedica a las travestis maduras en la zona de José León Suárez, provincia de Buenos Aires. Son entregadas –dice- por sus mismas compañeras. “Le dijo a la policía –en referencia a otra travesti de su calle- llevátela a ésta que me espanta las moscas”.  Pero hay algo más interesante, decide la “corporación TV”, que las palabras que queman, que los contenidos que incriminan, que la tortura que vuelve infernal la vida diaria de una comunidad de personas.

Zulma Lobato deriva en gestualidad crispada; es despegada de su testimonio inicial para que aparezca el fenómeno de circo que activa el hostigamiento sin precedente; ni siquiera durante 2001-2002, durante la era de los recordados “mediáticos”, la crueldad fue tan explícita; en ese entonces el “mediático” podía ser considerado un “busca” o un extra destacado: actuaba con complicidad del conductor, se prestaba a la pelea o el escándalo montando en Zap TV (que conducía Marcelo Polino) una trama que se prolongaba en el tiempo siempre y cuando él quisiera seguir actuando. El mediático impactaba como un “desmadrado” voluntario de alto poder escandalizador; decía de más, o violaba el régimen de reglas de la escena (se paraba, se golpeaba con otro mediático, se revolcaba en el piso). Era pariente cercano del clown, apelando reiteradamente al humor físico, improvisando sketches de interpretación sobreactuada, remates fáciles, por lo general cachetadas o golpes de puño.

Pero el nuevo hostigamiento a Zulma Lobato, otra vez en época de vacas flacas, cuando los presupuestos se reducen y hay que apelar al recuerdo de los “vivos” fáciles, exige una no complicidad de la corporación con el freak. Entonces el fenómeno no habla el mismo lenguaje que los “normales”; el regocijo está en que se filtre algo de realidad en cada nuevo “ataque de nervios” de la travesti, a la que se le plantan acosadores que le reiteran el apelativo “señor”: se sabe que es la grieta donde más duele el estigma social. Entonces, fuera de sí, golpeando fuerte y no como en uno de esos otros actings inocuos, la travesti grita: “Mandate a mudar de acá la puta madre que te parió” al interlocutor “plantado” por la producción de un programa del montón, tal vez en el Ponele la firma de Polino, que antes comandaba Zap TV.

Se cierran filas: el elenco estable de opinadores y panelistas se acoraza para resistir a ese extraño ser, puro rol de espectador, que memorizó los nombres y elencos completos de las revistas de los 70 y 80, la época dorada de su propia biografía en los márgenes del show, con la pasión que se recompensaría recién hoy, cuando cree estar viviendo su propio sueño americano hecho de medias corridas y corpiños de entrecasa, cuando la rubia Anabela le cede el estudio para que cante “Resistiré” a capella, y luego la imagen se expande por la TV abierta garantizando euforia, tema para varios días.

No es la imagen de una mediática la que circula, sino una construcción dramática novedosa: el excluido no concientizado del juego que le proponen, previo pago de peaje al acatar el speach promocional de las figuritas de turno, que se conoce de memoria, y al sufrir el circo canallesco que utiliza como verdugos a los propios mediáticos de antaño “Es un señor” (agrede Match, “el rey de la noche gay”) o “Le faltan algunos jugadores” (remata Susana Roccasalvo). “Nos va a acuchillar a todos”, protesta Moria, y ya está todo listo para erradicar a la “soñadora”. Con el mismo morbo, el mismo placer con que se expulsa en Gran Hermano o en Bailando por un sueño, corroborando que no hay nada que se haga, ahí dentro, con mayor pasión que dejar a alguien afuera, se inicia el proceso de eliminación del infiltrado. Creía estar viviendo, Zulma Lobato, su revancha tardía que pagaría el sacrificio de las guardias, esperas interminables, funciones vistas cien veces: la vida como fan. Vean sus últimos minutos, ya devenida en “loca peligrosa”: la están sacando del “medio” pero no se acaba el show.

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