¿QUIÉN QUIERE A CHRISTIAN LANDER?
Bobos alrededor del mundo  

Christian LanderPor: Julián Gorodischer.  Christian Lander, autor de Stuff white people like, se dedica a detectar consumos fetiches de blancos de alrededor de 30 años en la Norteamérica superficial (la que exporta tendencias al mundo). Es una lectura recomendable para analizar el fenómeno “Palermo”. En su libro y blog homónimos (y en el programa para Internet Hook up) el cazatendencias describe los caprichos del distrito bobo (burgués y bohemio) y los interpreta en breves mitologías de objetos y hábitos.

Simplemente si se pusiera a circular traducido (oigan editores) ya estaría haciéndose un aporte fundamental para entender el traslado del centro a los múltiples Palermo, el acelerado cambio urbano que extiende fronteras de lo que perdió hace rato rango de barrio; allí dentro conviven las capitales de diversas naciones como “el diseño”, “la publicidad” y, fenómeno en alza, “la venta de libros”.

En Palermo (“lo que la gente blanca quiere”, diría Lander) se ofrece abundante y homogéneo: no es pomposa ostentación atribuible a un distrito nuevo rico, no es vulgarización, sino banalización del lujo. No hay pastiche en esos menús, sino un régimen binario de compensaciones: en la carta del bar Mamarracha (esquina de Costa Rica y Armenia) se juega con opuestos (mate con bizcochos junto a la pastelería fina) para conseguir eso que, aparentemente, a juzgar por el lleno continuo, la gente blanca quiere: sofisticación “casera”, quitarle al aspiracional (la alta costura, la comida de gala) el contexto pomposo y la dificultad de acceso, pero sí ostentar la mercadería seriada con la misma pasión que las oligarquías aplican a “la exclusividad”. Exhibo –confieso- un logotipo cada vez más ampuloso (PUMA) y le reconozco al signo corporativo –mi auspicio- el poder de ornamentar mi prenda.

Es una patada al sistema de consumo occidental, mucho más dañina que los alegatos aburridos de los militantes globalifóbicos (iglesia Naomi). La acumulación (en la obra de Lander) aporta viñetas tan reconocibles (en una esquina cualquiera, un domingo) sobre usuarios de vintage, criadores de mascotas humanizadas, portadores de segundas selecciones de prendas, gente autodenominada “creativos”, mozos a un ras de cometer asesinatos, parroquianos arrojados a sus pantallas que escapan de la realidad a cada teclazo de Facebook, todo eso junto, que urge despertar. 

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