EL PUNTERO POR CANAL 13
Conurbano de ficción

EL PUNTEROPor: Adriana Amado.  Un cuarto de la población argentina vive en el conurbano bonaerense y así somos muchos los que transitamos o evitamos, disfrutamos o padecemos ética y estética de la geografía metropolitana. Tan propia como el nombre, que no equivale a suburbano, sino que es un auténtico argentinismo lingüístico y geográfico. Las villas y barriadas populares son parte ineludible del conurbano pero a pesar de su persistencia tardaron mucho en entrar a la televisión. Primero lo hicieron en las noticias, después en el realismo sucio del docu-reality, y de a poco, muy tibiamente, en alguna ficción que habilitaba a los personajes humildes papeles secundarios. Ya iba siendo hora que el conurbano profundo fuera protagonista absoluto de una ficción. Con toda su crudeza y su belleza, y no con actores que visten y hablan como en Palermo Hollywood, ni con la penumbra con que el director busca diluir el efecto lacerante de la pobreza sin filtro.

El puntero” es una ficción que cuenta no las vidas de los que viven en la villa sino las vidas de los que viven de la villa. Por eso la mayor parte de las escenas transcurren en las calles de tierra, en la F100 del Gitano (el puntero que Julio Chávez va logrando mejor con el transcurrir de los capítulos), en los edificios públicos (hospital, escuela, intendencia). Como toda ficción, su eficacia está en las licencias poéticas y actorales. Por caso, Rodrigo de la Serna era un correctísimo Trompa en “Contra las cuerdas” (la novela de Canal 7 que intentó retratar los sectores más bajos pero sin convencer al público) pero el personaje era tan medido que podría haber sido interpretando por uno de los Teen Angels. En cambio en “El puntero” hace a Lombardo, pibe bravo de esos que viven en camiseta de fútbol y merca, por el que se lo recordará por muchos años. Es de esas interpretaciones en las que el personaje sustrae de la escena al actor. Lombardo habla, viste, camina, se enfurece, se enternece como Lombardo. Con el acierto de que tiene la densidad suficiente como para meter miedo y resultar despreciable (“Qué te pará’ de mano que tené’ un brasso meno’…”) pero a la vez, por momentos, despertar compasión. Levante, el personaje de Luis Luque en rulos y jeans celestes de los que se compran en Carupá, es otro lujo para darse dos veces por semana.

Como decía, la ficción es búsqueda de emoción. Los excesos del guión son tolerados si recaen sobre un ricachón infame o en una bienuda desquiciada hasta lo insoportable como en “El elegido”. Se festejan bastante los desatinos de Oscar Nevares Sosa y de Verónica San Martín. Pero el trazo grueso en los pobres tiene el riesgo de cruzar la barrera de la incorrección política. O mejor, la incorrección electoral. Porque a muchos les resulta tremendamente incómodo que en un año de elecciones se inventen historias (se inventan porque, insisto, esto es ficción) alrededor de intendentes, laderos, mafiosos de pacotilla, intermediarios de miserias. Más incómodo todavía es el contraste de los pobres de la novela, reclamantes en piquetes, sufrientes en las calles de la villa, con los que aparecen en la publicidad de la Anses o de la asignación universal, siempre mirando a cámara sonrientes y, sobre todo, tan agradecidos.

El problema es que, claro, hay tan poca diversidad de partidos políticos en el conurbano que cualquier agrupación o funcionario que aparezca en la miniserie parece tener nombre puesto. Y a algunos no le cuesta nada darse por aludidos. Pero en tren de incorrecciones de Canal 13 quizás es menos justificable la publicidad de la Alta definición, donde para explicar la excelente calidad de imagen se mandaban un magnicidio en un país del tercer mundo. Por suerte, parece que se dieron cuenta y ahora pasan más la de Suar bailando italiano.

Para los que los que pueden superar la tentación de hacer analogía fácil con la realidad, “El puntero” es, junto con “El elegido”, de los programas de mejor calidad que se han hecho este año. Ambas coinciden en ser producciones locales (¡en cumplimiento con la ley 26.522!), con excelente imagen, buen uso de exteriores, impecable vestuario (excepto las extensiones de pelo de Chávez, ¡qué necesidad de distraer el dramatismo con esas mechas!), elenco virtuoso que cubre con creces las exigencias de los personajes. Ambas andan un poco flojas de guión, que se enreda demasiado para programas seriados en tiempos en que los espectadores difícilmente vean una sola cosa religiosamente y puedan seguirla con detalle todos los días. Pero bueno, en “El puntero” hasta se puede pasar de la historia central para entrarle por un ratito en alguna escena y quedarte con el gustito hasta que el zapping y la vida te deje ver el próximo episodio.
 
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