Crónicas + Desinformadas

Cada dos por tres los medios lanzan un artículo rimbombante con los nuevos descubrimientos de la ciencia de por qué los viejos llegan a viejos y no sucumben en el intento.

Supongamos que tiene 450 mil dólares y no sabe qué hacer  con ellos. Supongamos que ya ha recorrido de punta a punta el planeta. Supongamos que ya nada le hace temblar la aguja: ni excursiones en el Amazonas, ni safaris por el África, ni exploraciones a los desiertos, volcanes, cataratas, tempanos de hielo, castillo medievales. Nada de todo eso, le entusiasma ni para levantar el móvil y hacer una selfie. Bueno, si usted es de esa gente, el turismo espacial es la solución.

No hay que alarmarse, ni buscar señales de delirio místico ni mesianismo canino, cada vez que el candidato Milei se refiere a su perro como si estuviera vivo y le agradece hasta los resultados de las últimas elecciones. Dice que su perro Conan nunca lo ha traicionado –ni Conan, ni otros perros a pesar de que, una vez cada tanto le han dado una buena mordida-. Y ha confesado por si quedan dudas al respecto, que quiere más a los pichichos que a los seres humanos. 

La historia en los medios narraba que cierto actor, reconocido hasta no hace tanto, a causa de la mishadura económica, debió salir a interpretar cierta obra a cierta plaza porteña con fines recaudatorios. “Y lo hizo a la gorra”, expresaba admirado un periódico famoso. 

En tiempos imperiosos donde, a pesar del caos y la mishadura, te insisten en que seas feliz a cualquier precio, y que tus selfies salgan luminosas cual foco led, además resulta que si te viene una mala, debés poner cara de candidato en campaña, capear el temporal y sacar la moraleja de todo el viento en contra en la cara porque, una cosa más: también debés ser resiliente.

Cuando yo era pequeño, había una publicidad al inicio de cada verano donde se alentaba a las familias a que, al salir del viaje, no dejaran a su perro solo en casa. Ese perro se llamaba Bobby. Y la canción de ese spot caló profundo en los de mi generación que hoy tienen más de 40. Allí la familia se iba a la costa y el pobre pichicho se tenía que enfrentar a una soledad de un mes más solo que, justamente, un perro. 

Si uno siente lejanos a los candidatos en las grandes urbeas, agigantados por los afiches que crecen y se multiplican en plena campaña, esa situación, sin embargo, en los pueblos es el extremo opuesto. Los candidatos a intendentes de ciudades pequeñas como donde yo vivo, están ahí a la vuelta de la esquina. Y uno puede cruzárselos camino a comprar los ravioles del domingo. 

Cada dos por tres, cuando llevo y busco a mi hija por el colegio me cruzo con un clonador. Es un hombre normal  y sonriente. Con cierta fama en los medios y como dicen en mi pueblo: saludador. Llega con una camioneta aplastante pero camina con humildad y recogimiento. No anda diciéndolo por ahí pero medio mundo aquí ya lo sabe: es uno de los referentes del incipiente mercado de clonación de caballos. Un secreto a voces que ya revolucionó el juego del polo donde, para decirle un dato, hay partidos donde ya lo disputan 11 caballos clonados.

En la disparada de metralla de artistas internacionales que llegan este año a la Argentina, sedientos –no todos, claro- por facturar en tiempos donde ya nadie compra discos, hay que destacar una visita que es digna de mención: los muchachos –ya no tanto, más bien podrían ser abuelos- de Blur que llegan, si Dios quiere, en noviembre.

Quedaron tantas estrellas pop que rodaron pendiente abajo que pocos apostaban a que Taylor Swift llegara a los 33 años con más éxito que nunca. Tanto es así que la Reserva Federal de Estados Unidos, una entidad que se interesa sólo por aquello que realmente mueve económicamente la aguja de una superpotencia, que acuñó el término “efecto Taylor Swift” para explicar el subidón de ingresos en 17 estados de la nación, producto de la gira de la rubia Taylor intitulada “Eras tour”.  La gira en cuestión, como bien sabemos, la traerá por aquí donde dará dos conciertos en River a todo trapo, y además la paseará por cinco continentes: 131 shows en total. Es decir, muchas economías que sentirán el electroshock de ingreso producto del, ahora ya lo conoce, “efecto Taylor Swift”.