En medio de la fanfarria militar por los actos del Bicentenario, y en el aluvión de tanta doble escarapela patriótica en la semana del 9 de julio, ningún medio recordó que, justamente en esta fecha moría, cinco años atrás el gran Facundo Cabral. Una pena: porque nadie como Cabral nos enseñó a independizarnos de este mundo donde no suelen darse muchas “rotas cadenas” ni hay trono para la “noble igualdad”.

 

Cabral, qué tipo tan raro. A pesar de su vida durísima, y sus tragedias familiares –hermanos, muertos, esposa e hija muertas en un accidente aéreo-, el músico se transformó en emblema de la paz. Amigo de Krishnamurti y Rigoberta Menchú, hasta la Unesco lo declaró portavoz por la paz. Podés ver en youtube los tapes de sus entrevistas: no importaba el programa berreta y cholulo donde lo invitaran, él mantenía su discurso limpio, auténtico y esperanzador.

Es hora de que los temas de Cabral se transformen en himnos que se canten en las escuelas. Menos repetir “Sólo le pido a Dios”, y más entonar a coro “Vuela bajo”. Porque él sabía bien que la mayor de las guerras es aquella que se libra contra uno mismo y nuestras malas características que escondemos bajo la alfombra con tanto cuidado. Cabral sabía que la mayor ambición del mundo debe ser la de luchar por ser libres de nuestro ego. De nuestra sed de quererlo todo y ya. De nuestra, en fin, infinita boludez.

Qué grande Facundo. Los argentinos veneramos las baladas borrachas de Sabina y las lecciones tristonas de Serrat, pero nos olvidamos que Cabral los superó a todos. Él era nuestro Rumi. Nuestro Octavio Paz. Más espiritual, claro y contundente que el Papa Francisco. Pocos como él realmente vivieron lo que cantaban. Cabral vestía siempre la misma ropa y, a pesar que giraba por el mundo y sus discos se vendían hasta en Europa, no tenía ni casa propia. Lo que tenía, lo daba. Y por eso, andaba siempre liviano.

Lo queremos a Cabral. Y lo echamos de menos. Sobre todo en el aniversario de su muerte violenta, absurda, mientras los argentinos seguimos creyendo que la independencia se celebra con soldaditos y marchas de guerra. Ilusos de nosotros.