Belgrano habrá creado la bandera. Y San Martín liberó esta patria y unas cuantas más del yugo de España. Sarmiento será el padre de la escuela y Mitre seguramente hizo cosas brillantes que usted y yo conocemos muy bien como para detallar acá. Pero nadie como este referente patriótico, este líder de manada que luchó contra el apetito cruel del hombre de tragarlo todo. Este emblema nacional resistió para persistir.

Figura impar del firmamento argentino. Águila guerrera que audaz se eleva en vuelo triunfal. Prócer de nobleza gaucha, fiel a sus principios y fiel a sus finales y fiel en el medio también entre el principio y el final. Pudo sobresalir entre tantas acusaciones que pretendieron manchar su ilustre porte. El honor y, sobre todo, el loor caen sobre él en lluvias torrenciales a razón de 100 mm por hora, mejorando por la tarde con vientos leves del norte. Se vierten sobre su santa figura solitaria que anda en soledad, solísimo, solitario y final.

Tantas hazañas de su gesta patriótica que no sobrepasarían cualquier tratado, cualquier estudioso que pretenda captar lo grande de su grandeza, lo épico de su épica, lo copado de su copadez.

El pueblo lo conoce como yaguareté y quedan 250 miembros nomás. Y desde ahora, es la cara y cola del nuevo billete de 500 pesos. Hoy en día, a la hora de buscar nuevos próceres, los tenemos que salir a encontrarlo a la selva. Así de mal está el país.