No tenemos nada en contra de Lilita. Queremos y valoramos su entereza, su franqueza, su epopeya anticorruptela. Su posición alta, en la escalera caracol de la moralidad. No queremos poner en duda aquí sus valores ni su lucha. Lo que queremos tratar alguito es de lo insoportable que se vuelve cuando se transforma en plaga.

Nunca como hoy la Argentina se vio tan atacada de Carriolitis. Un virus que se contagia vaya a saber cómo ,y cuyos síntomas son rigidez atroz en el dedo índice, lo cual hace que, los portadores, anden señalando faltas a todo el mundo. ¿Le hizo un desplante al gato? ¿Llegó entonado por la noche y dijo unas palabras demás? ¿Hizo un chiste sobre los negros o alguna otra minoría que no se entendió? ¿Tuvo un intercambio de palabras con el encargado e hizo una referencia poco acertada sobre el gremio de los porteros?

No importa el desliz que haya cometido, siempre habrá un portador de carriolitis para recoger ese derrape psíquico y hacerle saber al mundo que usted es un gusano. Y, como sucede con todo gusano, lo mejor es que viva bajo tierra. Oculto de la gente buena. Reproducciones de charlas de Whats Up, videos domésticos, fotos caseras que nunca debieron salir a la luz. Los portadores de carriolitis echan mano a toda clase de pruebas tech que le hagan ver a la sociedad lo que usted verdaderamente esconde en su corazón: sed de mal. Nadie sabe quién es portador y quién no de carriolitis hasta que es demasiado tarde. ¿Lo es su esposa? ¿Alguno de sus hijos? ¿Tal vez un compañero de oficina contrajo el virus y ninguno lo ha advertido? Llegado el momento, ya lo sabrá. Agárrese fuerte.

Vivimos aterrados a no pisar el palito. A no dar un paso en falso porque pumba: esto es un campo minado. Una palabra demás, tomada y viralizada por un portador de carriolitis, puede destruir su carrera. Y transformar de la noche de la mañana, a un CEO, padre ejemplar de familia, en un pelele putañero.

Así son las cosas. Que pronto, deseamos, se invente la vacuna contra este mal atroz que tanto joroba. Y todos podamos seguir conviviendo en paz codo a codo, hermanados en nuestras miserias. Y que los trapitos al sol vuelvan al closet de donde nunca debieron salir.