Uno puede ser estafador. Ser explotador. Ser racista. Ser un cochino de persona. Puede consumir drogas, pornografía infantil. Pero en tanto y en cuanto diga que profesa cualquier fe, excepto la musulmana, podrá entrar sin problemas al sueño Norteamericano –quise escribrir suelo y me salió sueño, y es que muchos entran a EE.UU. como quien entra a un sueño -. La pregunta, en tiempos de Trump, sobre el credo que uno profesa, ha transformado a los aeropuertos del país en pabellones de la Alemania nazi: algunos, los más afortunados, forman filas e ingresan. Otros, son apartados y llevados a oficinas donde son interrogados, revisados y en muchos casos deportados. Todo por responder al: “¿Eres musulmán?”, de migraciones con un “Sí, lo soy”.

Soy musulmán hace ocho años y sé que no tengo chances de obtener la visa. Todas las agencias de noticias islámicas, las redes de noticias en la web, y los sermones de viernes de los líderes de comunidades, advierten que el islam es, hoy en día, el tabú más grande de Occiente.

Mi hija, que quiere viajar a Estados Unidos, ya le dije: si vas a sacar la visa, mejor que no vaya con vos a tramitarla. Ya lo sé: soy pianta voto. Soy pianta visa.

En su esfuerzo por desterrar masivamente a los musulmanes de Norteamérica, Donald Trump, por poco, rechaza el ingreso al hijo y a la ex esposa de uno de sus amigos: el difunto campeón Muhammad Alí. El episodio sucedió en el aeropuerto de Fort Lauderdale. Y ambos Muhammad Ali Jr y Khalilah Camacho Ali fueron demorados en el aeropuerto, al regresar de una convención sobre los afroamericanos en Jamaica. Khalillah tenía una foto con Muhammad Alí y eso le permitió que la liberaran. Pero su hijo, sin foto alguna que probara nada, a pesar de ser nativo norteamericano, pasó horas demorado. “Es la primera vez que nos preguntan a qué religión pertenecemos”, le confesó Muhammad Jr a su abogado. Ahora, esperan presentar cargos contra el personal del aeropuerto. Nunca en tantos años de viaje con su padre, habían sido detenidos. Y menos aún por ser musulmanes.

Una de las últimas apariciones públicas de Muhammad Alí, padre, fue precisamente para pedirle a su amigo Trump que bajara los decibeles a sus promesas de campaña para quitar a los musulmanes de territorio norteamericano. Y ya sabemos qué hizo Trump con los consejos de su amigo. El sueño norteamericano. Lo volvió una pesadilla.

En la foto: Muhammad Ali Jr y Khalilah Camacho Ali