Digo yo: una vez que se acabe de poner de moda la barba, seguramente los hombres se la quitarán de una afeitada y no habrá demasiado problemas. Pero qué sucede cuando los tatuajes que se ponen las mujeres en todo el brazo, cuando eso pase de moda. ¿Las chicas se quitarán el brazo? ¿Usarán remeras manga larga hasta en la playa de la Feliz?

El tattoo onda camionero en mujeres es el último eslabón en el avance de la tetosterona femenina. Primero tetazo. Ahora, brazazo. Luego, quién se atrevería a decir que extremidad se pondrá varonil.

Esta estampida de mujer al frente, con conciencia colectiva, que pelea por la igualdad de género, que pone el grito en el cielo –con razón- contra la violencia doméstica, ha hecho que, progresivamente, el macho se retire.

O existe uno. O existe el otro.

El macho, el torito de Mataderos, el pistolero, el pija, el rey del bulto, el que las tiene bien puestas, bueno, ya no las tiene tan bien colocadas. En esta sociedad, el macho ya dejó de ser necesario. Las guerras no se libran con guerreros, con samuráis, con gente pulenta, ahora los que van al frente son los drones. Esos sí que las aguantan.

El macho está de capa caída. Ya nadie lo sirve. Ya nadie lo quiere. Dentro de poco, le pasará lo mismo que a los fumadores: si quiere hacerse el macho, tendrá que salir de los restoranes y desplegar su machismo en la vereda, donde no contamine el ambiente.

De tan amenazado, discutido, y castigado, el macho perdió su razón de ser. Ya no es macho proveedor. Ya no impone respeto. El macho es un cero a la izquierda o, apelando a lo que cuelga ahí en ese saquito de caramelos, es dos ceros a la izquierda, y de los pequeños.

Está pasteurizado, desnaturalizado, bajas calorías, no tiene ni azúcar, es bajo en grasa. Al macho no le ha quedado ni siquiera en casa, la cabecera de la mesa. Lo ha perdido todo. Está como las tabacaleras, cada acto machista va acompañado de una leyenda donde dice lo que peligroso que se puede poner. Es un león pelado, al que no lo aceptan ni siquiera en los circos.

La vida se parece a un sube y baja de plaza. Cuando algo desciende, por la ley de la naturaleza humana, otra cosa también debe subir. Y allí están ellas: antes delicadas, ahora amazonas. Antes pasivas, ahora arrolladoras. Antes tatuaje de deflinitos, ahora calaveras y rayos. Antes, pop electrónico. Ahora el Indio, agarrada a la baranda. Antes curvas y ahora músculos.

Será por eso que al macho lo único que le queda en pie, es su barba. Va ser una moda larga.