Que Del Potro consiga la hazaña de batir a Federer, tras pender de un hilo en tres match point en contra, y llevarse el título de Indian Wells, el primero de su carrera, a puro corazón, no es de extrañar. Lo llamativo es, quizás, a quién le dedicó el campeonato: a César, su terranova negro que murió en febrero. “Te voy a extrañar mucho, compañero fiel”, escribió en las redes cuando partió el pichicho. “Me acompañaste en estos casi diez años, me esperaste con alegría después de cada viaje, me protegiste, hiciste feliz a una familia entera y hoy te vas a descansar en paz dejando tu huella en mi corazón. Adiós, César.” En plena algarabía por el campeonato, Delpo dibujó en verde un corazón con su nombre en la cámara para sellar emotivamente su mensaje.

Es larga, como bien sabrá, la amistad entre el hombre y el perro. Sin embargo, en algunos casos, tal vez esa amistad esté un poquito pasada de rosca. Tiempo atrás, el perro estaba al servicio del hombre: lo cuidaba, protegía su casa, su rebaño, sus gallinas, sus hijos. Era un escudo y garantía de fidelidad.

Ahora, el asunto se ha dado vuelta: los perros ocupan la cama de sus dueños, tienen su lugar en hoteles y restoranes, sin decisivos a la hora de elegir paseos y destino de vacaciones. Y los dueños ahora, les recogen la merda y hasta los más afortunados –vaya a Barrio Norte o a Palermo y lo verá- salen a pasear en sus propios carritos. Ya ni hacen el esfuerzo por caminar.

Ví, a lo largo del tiempo, toda clase de expresiones en los perros: excitación, tristeza, pesadumbre, algarabía, hambre, cansancio. Pero día a día me llama la atención una expresión nunca vista en los canes: soberbia. No importa si es un caniche toy o un perro de la calle devenido en ladero de modelo top, basta ver el fenómeno en las tomas que suben sus –por así decir- dueños en Instagram: sus pichichos se la creen.

En un principio, la relación era entre amo y mascota. Luego fue relación amistosa de pares, sin privilegios. Ahora, volvió a ser relación entre amo y mascota. Pero el amo es el perro. Y la mascota somos todos nosotros. No sé qué esperan para elegir sus propias autoridades y quitarnos de encima de una buena vez.