Todo este asunto de la banda de narcos liderada por Los Monos, en Rosario. El juicio mediático y la condena ejemplar para el lider. Hay libros ya sobre su historia. Y seguramente en el futuro también haya película, onda Caracortada o incluisive serie en Netflix. Poner apodos así intuitivamente sin medir consecuencias puede traer cola. Nada bueno puede salir de un seudónimo asociado a un grupo delictivo. Y esto ha traído pesadumbre y malestar en los grupos de monos del planeta, y sobre todo preocupación.

Los monos han tenido siempre buena fama en el inconsciente colectivo: desde Chita, el mono de Tarzán hasta el Manila el Gorila, desde el mono de Daktari al mono tití de Raúl Portal. Los monos han salvado las papas en más de un circo de poca monta, poniendo alegría allí donde los payasos hacían agua. Los monos han sido número estrellas en tanto zoo del planeta venido a pique. Siempre aportaron frescura, afecto, y por qué no, también humanidad. No es justo que, de la noche a la mañana, su buen nombre pase a los titulares de policiales y nadie presente un reclamo al respecto.

Los monos vienen atravesando los últimos años con los medios en contra y eso los tiene mal. A las tropelías de la banda rosarina asociada a su especie, hay que sumarle el revival de El Planeta de los Simios, en cine, donde los monos se presentan como autoritarios, explotadores y milicos.Y donde los humanos parecen unos capos totales. Nunca una saga les dio tanta mala prensa.

Es hora, creemos, de que los monos recuperen su lugar en la escala social. Que vuelvan a emocionarnos. Y que vuelvan sobre todo a vivir en libertad, donde seguramente se entretienen más que nosotros y sin conexión a internet.

Y si de tanto en tanto, se les ocurre vender unos porritos, que Dios los perdone.