(Columna publicada en Diario La Nación) Si Cristina Fernández fuera presa, Mauricio Macri no movería un dedo ni se molestaría en tratar de revertir la situación. Lo que sí lo inquietaría es que la detuvieran sin las pruebas suficientes que exige la ley. "Ni al país ni al Gobierno les haría bien que lo hicieran de manera desprolija y a las apuradas. Porque eso sí impactaría como un búmeran, sería utilizado por su gente para victimizarla, saldría más temprano que tarde en libertad y el sistema judicial quedaría todavía más desprestigiado de lo que está", me dijo esta semana alguien que suele hablar por boca del Presidente.

El ministro de Justicia, Germán Garavano, ya le explicó a Macri que el delito por el que se la acusa en la causa de la venta del dólar futuro es excarcelable y que ahora mismo no hay ningún motivo para detenerla o privarla de su libertad. Lo que todavía no le contó en detalle es cuál sería su verdadera situación procesal en el expediente que tramitan los fiscales Gerardo Pollicita e Ignacio Mahiques y el juez Julián Ercolini, en el que la ex jefa del Estado aparece, prima facie, como la jefa de una asociación ilícita organizada para entregarle, de manera irregular, más de 21 mil millones de pesos a Lázaro Báez, parte de los cuales habrían ingresado al patrimonio de la ex mandataria de manera espuria.

El ministro piensa que es muy difícil en la Argentina probar el delito de asociación ilícita. Pero tanto los fiscales como el juez parecerían opinar lo contrario. Es más: si Ercolini llegara a tiempo de terminar toda la ronda de indagatorias, antes de fin de año Cristina Fernández sería procesada. Y si el reclamo de la opinión pública de justicia y devolución de dinero para los que le roban al Estado sigue en pie, es probable que el expediente se eleve a juicio oral en aproximadamente un año.

"Si se cumplieran todos los pasos procesales de manera rápida y los jueces decidieran condenarla y, eventualmente, enviarla a prisión, entonces sí estaríamos dando una señal positiva como país. Una señal que dijera que aquí nadie tiene coronita", me explicó la fuente que suele hablar y hasta pensar como el propio Macri. Pero el jefe del Estado no está preocupado por eso. Sólo monitorea el asunto cuando Cristina amenaza con declararse en rebeldía o parte de los organismos internacionales ponen el grito en el cielo por el encarcelamiento de la líder de la Tupac Amaru. "Si con todos los delitos que cometió Milagro Sala tenemos que ir a la OEA a explicar por qué está detenida, imaginate lo que pasaría si a algún descolgado se le ocurriera meter presa a Cristina sin las evidencias, las pruebas y los fundamentos suficientes?"

El buen funcionamiento de la Justicia es una de las asignaturas pendientes del nuevo gobierno. Pero no es la única. Lo que más desvela a Macri es no haber podido encarar las grandes transformaciones que pretende para la Argentina. Supuso que a esta altura la confianza en el nuevo gobierno y las promesas de los inversores habrían frenado la recesión, para iniciar de inmediato el proceso de crecimiento. Pensó que los grandes empresarios que le juraron compromiso y los sindicalistas a los que les está devolviendo la caja de las obras sociales iban a ser incondicionales. Los primeros no cumplieron y los segundos ya le mostraron los dientes.

Si hubiese dependido sólo de su decisión, ya habría bajado el déficit por lo menos tres puntos y habría transformado los convenios colectivos de trabajo, para incluir una cláusula de aumento por productividad y la rebaja de los aportes patronales. Si se lo hubieran permitido, habría cambiado el sistema electoral por decreto para incorporar la boleta electrónica. La enorme diferencia entre lo que quiere y lo que puede (o lo que le dejan) hacer es lo que atormenta al jefe del Estado. Cuando habla con honestidad brutal afirma que no piensa pasar a la historia como un mero administrador de la crisis. Que puede aceptar que su ansiedad, a veces, lo traiciona. Que no se puede hacer lo urgente y lo estratégico al mismo tiempo. Y que durante este primer año tuvo que ceder en "miles de cosas" para lograr "las cuatro o cinco cosas" que le importan de verdad.

Está convencido de haber iniciado una batalla contra el populismo de los últimos 40 años. Y comprende que no la ganará ni en uno, ni en dos, ni en tres ni en cuatro años. No incluye la detención de Cristina como un asunto de vida o muerte. Sólo espera que los fiscales y los jueces no hagan las cosas ni demasiado desprolijas ni demasiado lentas. Que no usen los expedientes como fuente de presión o de extorsión.