(Columna publicada en Diario La Nación) En su última conferencia de prensa, el Presidente dio a entender, un tanto incómodo, que se encuentra aprisionado, entre su padre, Franco Macri, y la líder de la Coalición Cívica y "fiscal de la República", Elisa Carrió. Pero una semana después la diputada lo corrigió: "Mauricio ahora está más cerca de mí, porque terminó de comprender que ya dejó de ser «hijo de» para asumir su responsabilidad como presidente".

Es raro el vínculo entre el jefe del Estado y Carrió. Es más extraña la manera en que ella habla sobre él, los tonos que utiliza y el lugar desde donde lo hace. A veces arranca así: "Yo le quiero decir al Presidente". O: "Yo le quiero pedir al Presidente". En determinado momento, incluso, el tono parece de advertencia o amenaza. Pero ¿quién puede sorprenderse por el estilo Carrió? Ella se para más o menos igual frente el Papa; el presidente de la Corte, Ricardo Lorenzetti; la vicepresidenta Gabriela Michetti, o la gobernadora María Eugenia Vidal. ¿Y cuál es la verdadera relación que tienen Macri y Carrió? Buena, pero tensa. De confianza, pero siempre el borde del portazo. En cierta forma, ambos se utilizan y parecen sacar del otro el máximo provecho posible. Depende de la perspectiva desde donde se analice el vínculo.

Lilita, no bien arrancó el nuevo gobierno, embistió contra Daniel Angelici y el Presidente debió apartarlo de sus tareas informales como operador del sistema judicial. Macri recurrió a ella para contar y aclarar la responsabilidad de Gustavo Arribas en el caso Odebrecht y ella trató al jefe de la AFI, por lo menos en este caso, con prudencia y consideración. Es verdad que presentó un pedido de investigación. Pero no fue más allá. Ni dio por sentado que Arribas había recibido las coimas. "Ojalá que no", pidió al cielo. De alguna manera, le dio aire y tiempo para facilitar su defensa. Algo parecido hizo con el litigio del Correo. Adjudicó casi toda la responsabilidad a Franco Macri y los ejecutivos de la empresa. Tampoco dejó de meter baza en la reciente preautorización a Avianca para volar las rutas aéreas argentinas. Carrió lo hizo, en estos casos, con la misma carga de sospecha con la que habla, por ejemplo, de Angelo Calcaterra o Carlos Colunga, el CEO de MacAir, quien ahora ocupa la misma posición en Avianca.

Pero el revoleo de nombres y apellidos no se detiene ahí. También incluye al primo hermano del Presidente, Jorge Macri. El intendente de Vicente López ha intentado comunicarse más de una vez con Carrió para explicarle que jamás ha cometido ningún delito. Lilita le adjudicó tener "una ética sin retorno". Y 48 horas después el jefe del Estado recibió a su primo, de manera oficial, y se tomó una foto que su equipo de comunicación distribuyó sin inocencia. Aquí, las diferencias del Presidente con la legisladora son irreconciliables. Igual que las de Vidal ante las sospechas de Carrió sobre la honestidad de actual jefe de la policía de la provincia, Pablo Bressi.

Como Carrió está convencida de que la gobernadora apostó a Jorge Macri y no a ella como primera candidata a senadora nacional, avanzó más y le achacó a la mujer con mejor imagen de la Argentina el pecado de no aportar a la Justicia información suficiente para terminar de condenar a Daniel Scioli. Vidal, en privado, está que trina. Y el Presidente, también. No sólo por lo de su primo y por lo que "Lilita" le acaba de achacar a la gobernadora. También porque, cada tanto, Carrió la emprende contra Lorenzetti, algo que, según los hombres de Macri, le trae al jefe del Estado dolores de cabeza e inconvenientes políticos. Ambos hablaron a solas del asunto. Y el Presidente le explicó que no hay ninguna denuncia firme contra el titular de la Corte. Que la Justicia lo sobreseyó en el juicio por presunto enriquecimiento ilícito. Que cada vez que ella lo ataca pone al país al borde de una crisis internacional y espanta a los inversores. Entonces Carrió le concede "tiempo de gracia", pero enseguida lo vuele a embestir.

La jefa de la Coalición Cívica cree que su conducta no sólo no hace peligrar Cambiemos, sino que lo fortalece y le aporta votos. Y el Presidente considera que el dedo levantado de Carrió tiene un efecto práctico y otro simbólico. El práctico: los altos funcionarios del Gobierno tiemblan ante un dato de Carrió que los pueda rozar. El simbólico: lo coloca a Macri del lado de los buenos, mientras soporta las quejas de sus amigos, ex socios y parientes, empezando por su papá. La voltereta que dio Carrió para "salvar" al Presidente no tuvo desperdicio. Sin ponerse colorada, sentenció: "El socio de Cristina era el padre de Mauricio". El psicoanalista del Presidente debería dedicarle a esa frase, por lo menos, una sesión completa.