(Columna publicada en Diario El Cronista Comercial) El jueves pasado, en el medio del monólogo disfrazado de reportaje que concedió a la señal de noticias que maneja, Cristina Fernández argumentó que para analizar al Presidente no se necesita un político sino un psicoanalista. Como se sabe, Mauricio Macri se psicoanaliza desde hace tiempo y, en todo caso, que lo siga haciendo ahora, habla, por lo menos, de cierto contacto con el mundo real.

La que sí parece no tenerlo, o para decirlo de otro modo, parece necesitar un terapeuta, es la propia ex Presidenta. Ella vive en un mundo paralelo, donde todo lo que dice y dijo, hizo y hace parece perfecto y no deja lugar a la mínima discusión o diferencia. Ella, por ejemplo, no dejó que le preguntaran, ni habló, sobre la bomba de tiempo que le dejó al nuevo gobierno, compuesta por el cepo al dólar, una inflación en aumento, doce millones de pobres, un crecimiento exponencial del narcotráfico y la inseguridad. Tampoco le preguntaron ni respondió sobre las decenas de causas judiciales en las que está imputada o procesada. Desde los expedientes que la consideran jefa de una organización criminal destinada a defraudar al Estado, favorecer a sus empresarios amigos y enriquecerse a través del cobro de coimas que recibió en pago de alquileres, hasta el juicio por el asesinato de Alberto Nisman y el encubrimiento de la denuncia que había impulsado el fiscal.

Una vez más, el jueves pasado, Cristina fue por todo. Y pidió que se decretara ya la emergencia económica, social, tarifaria y sanitaria, como si ella hubiera dejado un país idéntico a Canadá o Suecia y de repente, Macri, en 18 meses, lo hubiera transformado en Venezuela.

A propósito, si se sigue al pie de la letra su cátedra de cómo gobernar un país, y si el modelo que propone hubiese continuado hasta ahora mismo, la ciudad de Buenos Aires se estaría pareciendo cada vez más a Caracas, y el sistema político se hubiera cerrado cada día un poco más. Y no solo eso. Además, la Argentina sería un país con más autoritarismo, menos influencia parlamentaria, y donde la AFIP y el mismo Presidente se hubieran dedicado a perseguir y hostigar a los dirigentes de la oposición y los medios de comunicación.

Todavía ahora, que ya no son gobierno, Cristina y sus impresentables se siguen dando el lujo de perseguir a los dirigentes que alguna vez le respondieron y ahora no saben cómo salir del cepo de la lealtad a cualquier precio. Es el caso de Daniel Candis, el miembro del Consejo de la Magistratura con cuyo voto contaba el oficialismo para suspender primero e iniciar el juicio político después, del camarista Eduardo Freiler. Freiler está siendo investigado porque el gobierno lo considera el prototipo de juez corrupto e influenciable, que dicta sentencia de acuerdo a su conveniencia o la conveniencia de los funcionarios de los gobiernos de Néstor y Cristina.

A Freiler no le cierran los números. Los consejeros que lo quieren afuera aseguran que, desde 2012 a 2016, hay una diferencia de casi $ 18 millones, entre lo que tiene de verdad y lo dicen sus declaraciones juradas que posee. No solo lo acusan de adeudar $ 330.000 en impuestos y patentes. Además dicen que no puede explicar el origen de bienes suntuosos como una enorme propiedad enfrente de la quinta presidencial de Olivos, una camioneta Mercedes Benz, otro vehículo marca Porsche y varias motos de agua. También lo tildan de mentiroso e irresponsable. Ya probaron que Freiler, en vez de viajar a dar conferencias en Arkansas, como había declarado oficialmente para lograr una licencia laboral con goce de sueldo, se había ido a pasear a Miami y a Cancún. Y pudieron confirmar que cuando adujo que no podía asistir a trabajar víctima de un "fuerte estado gripal" en realidad se tomó un descanso de una semana en un resort de Colonia, Uruguay.

Candis, un exkirchnerista que fue designado en el Consejo de la Magistradura por el ex secretario de Justicia, Julián Alvarez, había participado de la investigación a Freiler. Incluso contribuyó a confirmar algunas de las inconductas que se le achacan. Pero en la última semana fue presionado por Cristina Fernández, a través del propio Alvarez y de otro consejero impresentable, el dipuñoqui y dipuespía Rodolfo Tahilhade, para que reviera su postura y salvara la carrera de Freiler.

Fuentes inobjetables sostienen que los ultracristinistas lo amenazaron con un carpetazo y al mismo tiempo le prometieron la entrega de varios miles de razones "imposibles de rechazar". Ahora Candis desapareció de los lugares habituales que solía frecuentar. Dejó de atender el teléfono porque lo llaman hasta de madrugada. Y es muy probable que, a pesar de las promesas que le hizo a encumbrados dirigentes macristas, termine inclinando la balanza a favor de Freiler y los muchachos que lo sostienen. A horas del lanzamiento de la nueva temporada de House of Cards, los guionistas de la serie de siguen sorprendiendo de la cantidad y el contenido de escenas de la política argentina que serían oro en polvo para recrear en los próximos capítulos.

La figura de Elisa Carrió, por ejemplo, no existe en casi ningún estado democrático del mundo. Se trata de una diputada nacional que con su sola aparición en televisión y unas cuántas advertencias y citas de determinados nombres y apellidos hace temblar al gobierno, a buena parte del sistema judicial, a ex funcionarios que ahora están en la oposición, y, en especial, al mismísimo Presidente Macri. Después de la bomba que tiró el lunes pasado, en el programa de Joaquín Morales Solá, el jefe de Estado se convenció de que su vínculo con ella no es sostenible en el tiempo. Se puede afirmar que Carrió seguirá siendo parte de Cambiemos hasta las próximas elecciones de octubre, pero hay quienes sostienen que Macri ya tomó la decisión íntima de darle un ultimátum inmediatamente después.

El Presidente le dirá que está dispuesto a revisar cualquier decisión política, que, en materia de lucha contra la corrupción, ella considere inconveniente. Pero también le aclarará que si ella lo presiona o lo arrincona primero a través de los medios, él se sentirá con derecho a reclamar que su osadía no constituye una valentía, sino un acto de extorsión política. "O se hacen inseparables, o se convierten en enemigos irreconciliables" me dijo un ministro que suele mediar entre Carrió y los principales líderes de Cambiemos.