(Columna publicada en Diario El Cronista Comercial) ¿Qué hacer con Cristina Fernández después de consumada su primera derrota electoral? El proyecto político que encabeza atrasa y espanta. Está basado en la irracionalidad, el autoritarismo, la acumulación de dinero malhabido y unos cuántos dogmas cuasireligiosos que incluyen desde el consabido Macri/basura/vos sos la dictadura hasta la delirante idea de que el actual es un gobierno ilegítimo que vino para terminar de hambrear a la Argentina y desaparecer a militantes de la lucha contra la opresión como Santiago Maldonado.

Para la mayoría de la clase política, la expresidenta no solo representa el pasado, sino que permanece dentro del panel de líderes mundiales más fanáticos y conservadores, como Donald Trump en los Estados Unidos y Nicolás Maduro en Venezuela. Los dirigentes del peronismo como Juan Manuel Urtubey, Juan Schiaretti, Miguel Angel Pichetto, Sergio Uñac y Florencio Randazzo, por nombrar solo a los más visibles, lo saben mejor que nadie.

Para ellos, Cristina es un doble problema: no los deja avanzar y al mismo tiempo les resulta muy difícil desembarazarse de ella. Nadie duda que la ex jefa de Estado perderá contra Esteban Bullrich.

Pero la liga de gobernadores y quienes aspiran a reunificar el peronismo rezan para que sea por mucho. O mejor dicho: por un margen lo suficientemente importante como para que a Cristina y sus incondicionales de La Cámpora no le queden ganas, ni siquiera, de pelear la interna del peronismo y así posicionarse para 2019.

Sin embargo, la candidata a senadora tiene un incentivo extra para dar pelea hasta el final: la posibilidad cierta de que no solo ella, sino también su hijo Máximo y en especial, su hija Florencia, puedan terminar presos, bajo el fuego cruzado de tres expedientes que los involucran como miembros de una asociación ilícita diseñada para robar dinero del Estado, distribuirlo entre empresarios amigos y luego recuperarlo bajo la fachada de actividades lícitas como la explotación de hoteles y el cobro de alquileres exhorbitantes.

¿Cómo enfrentar al pánico y el odio por perder la libertad tanto de ella como de sus hijos? Y lo que es más relevante todavía ¿cómo competir con el nivel de representatividad real que tiene Cristina sobre los sectores más seducidos por su discurso delirante y los millones de argentinos más empobrecidos que todavía creen que lo poco que poseen, como los planes sociales que cobran todos los meses, es porque primero Néstor y después la expresidenta así lo determinaron?

No hay una fórmula mágica para correr a Cristina del firmamento político de un día para el otro. De hecho, el presidente Mauricio Macri y la gobernadora María Eugenia Vidal lo entendieron desde el principio. Por eso en la provincia impulsaron al plan de obra pública más ambicioso de los últimos 25 años. Y por eso, también, ambos tienen en carpeta un par de reformas estructurales. Desde la división de La Matanza hasta la recuperación económica, social e institucional de las zonas más profundas del conurbano.

Ninguna de las dos se podrán hacer realidad si la Corte Suprema de Justicia no le termina dando la razón a Vidal, quien reclama, para la provincia, la parte proporcional que le corresponde de la coparticipación, hoy calculada en $ 53 mil millones anuales. El reclamo está en la Corte. Y Ricardo Lorenzetti trabaja en una decisión salomómica.

El Presidente del máximo tribunal busca una fórmula de equilibrio que le permita a la gobernadora administrar una provincia hasta ahora inviable, y atienda la queja de sus pares, quienes no quieren pagar con más ajuste el pedido legítimo del distrito más importante y más pobre de la Argentina. Macri piensa en un país más allá de Cristina, por más que a Cambiemos le siga conviniendo competir en las elecciones con la jefa del exFrente para la Victoria.

Pero los días posteriores al 22 de octubre van a ser tanto o más intensos y apasionantes que los de este presente. Hay varios asuntos por dirimir. Y todos parecen muy relevantes. Uno es la situación judicial de la candidata a senadora nacional por Unidad Ciudadana.

Los fiscales y los jueces federales de primera instancia tomaron velocidad. Quieren elevar rápido las causas que la comprometen a juicio oral. Los que manejan los tiempos de Comodoro Py consideran que, a este ritmo, el ex superministro Julio De Vido puede ir preso en cualquier momento y Cristina, quizá, en 2018, o si se estiran algunas decisiones, en 2019. Es decir: el año de las elecciones presidenciales. El otro asunto es evitar que, ante la consumación de la derrota, Cristina le de otra vuelta de tuerca a su delirio egocéntrico e incentive a sus seguidores a resistir por otro medios.

En este sentido, la cartita que la biógrafa oficial de Cristina, Sandra Russo, escribió en su perfil de Facebook es inquietante. ¿Qué significa no podemos responder solamente votando? ¿Qué quiere decir con actuar en defensa propia va más allá de las elecciones? ¿Por qué anuncia que se vienen tiempos oscuros de persecución?

¿Por qué compara, en términos tan abarcativos el periodismo actual con los servicios? Es el de Russo un delirio personal, producto de una nueva resaca intelectual de fin de semana largo? ¿O escribió, Russo, por boca de Cristina, Máximo y otros dirigentes desesperados? Russo llamó a "conectarse y hacer todas las redes posibles, entre vecinos, militantes, organizaciones, sindicatos, amigos, colegas, gente de bien, para defendernos juntos y defender a quienes nos defienden". ¿Defenderse?

¿Defenderse de quién? ¿Cree, de verdad, que estamos viviendo bajo una dictadura? ¿O está buscando la excusa para justificar una acción más allá del voto? El último gran desafío de la clase política es dejar a Cristina del lado de las instituciones y el sistema democrático y evitar que sus seguidores inicien el camino de la violencia, en cualquiera de sus formas.