(Columna publicada en Infobae.com) La pregunta que nos deberíamos hacer los argentinos que amamos el fútbol no es qué nos pasó contra el seleccionado de España.

La pregunta que deberíamos hacernos es por qué un equipo como España no nos iba a golear. O por qué razón no nos deberían golearnos o hacernos pasar papelones como el del martes equipos como Alemania, Brasil, Francia y unos cuántos más.

Para encontrar los motivos, basta con volver a oír los audios de la mafia del fútbol que pusimos en el aire de La Cornisa en julio de 2015. Partidos arreglados, árbitros elegidos a dedo, el padrino Julio Grondona tratando de eludir el pago de impuestos y los negocios sucios alrededor del Fútbol para Todos.

Para seguir comprendiendo hay que remontarse al escandaloso 38/38 de las elecciones en AFA o al mismísimo FIFA Gate, que habría llevado a la cárcel a Grondona si no hubiera muerto y que mantiene con arresto domiciliario en las afueras de Manhattan a Alejandro Burzaco, el argentino arrepentido, un coimero confeso de gobiernos y de dirigentes de fútbol, y el cerebro y los ojos del propio Grondona.

Para saber por qué nos hicieron seis goles, y encima la sacamos barata, hay que internarse en la megacausa denominada Fútbol para Todos, que se inició con un informe de La Cornisa y una denuncia de Graciela Ocaña.

Y no sólo porque se usó el fútbol como un instrumento de propaganda, un perfume familiar al aprovechamiento que hicieron Benito Mussolini y Adolf Hitler del deporte. También porque, en el camino, en vez de usar parte de los miles de millones de pesos que entregó el Estado para alentar, por ejemplo, el fútbol amateur o ayudar a los pequeños clubes del interior o utilizar el deporte parta alejar a los chicos de la droga, se lo empleó para mantener vivo el Pan y el Circo.

Y, como si esto fuera poco, el flujo de dinero fue pasando de mano en mano, y depositado en cuevas financieras vinculadas a dirigentes y funcionarios, al mismo tiempo que los clubes se endeudaban cada día más.

Por qué no nos iba a golear España, e incluso perdonarnos la vida, si la Argentina es uno de los pocos países del mundo en donde los partidos de juegan sin público visitante, y los barra brava siguen siendo usados como fuerza de choque de los partidos políticos y los sindicatos.

Y subrayo: todas las barras de todos los clubes como fuerza de choque, no solo del Frente para la Victoria, sino de algunas facciones de Cambiemos también.

Cómo no íbamos a pasar semejante papelón si Diego Maradona se fue de la dirección técnica por la ventana, y a Gerardo Tata Martino lo humillaron y lo maltrataron tanto que terminó huyendo despavorido.

Cómo no nos van a llenar la canasta si en vez de establecer una mínima planificación permitimos que Jorge Sampaoli haga de DJ en la cancha de River y que el Presidente de la AFA, Claudio Chiqui Tapia, ya empiece a despegarse del técnico, pocos días antes del Mundial, sugiriendo que es un loquito, un ciclotímico y una persona imprevisible.

Cómo no nos van a ganar como nos ganaron si después de ver a Brasil, Alemania y precisamente España, su organización de trabajo y su apuesta por una idea, más que por la inspiración de algún jugador, la mitad de los argentinos sigue sosteniendo que Leo Messi nos va a hacer levantar la Copa del Mundo y la otra mitad lo trata de cagón porque supone que no jugó contra España ya que necesita cuidarse la piernita para hacerle ganar la Liga de Campeones al Barcelona.

Lo raro y sorprendente sería que, así y todo, pasemos la primera ronda o lleguemos a la final en un país donde la idea predominante es la de un técnico como Carlos Bilardo, el colmo del exitismo y el resultadismo, quien todavía repite, sin ponerse colorado, que obtener un segundo puesto en cualquier orden de la vida es lo más parecido a la imagen de un perdedor irreversible.