Libros y Lecturas

Domingo. El aburrimiento, qué tema. Mi gran mentor, mi enemigo y formador. No poder aburrirse, el aburrimiento como tabú, y sin embargo… Qué manera tan sólida de aburrirme. Sistemática, coherente, cada vez más aguda y precisa. El cine liso del aburrimiento es parte de mí. No me aburro cuando leo, duermo y escribo. Pero con el tiempo esas actividades también se ven afectadas. Entre el 54 y el 62, durante los primeros años del gobierno de su joven pupilo Nerón, Séneca gobernó de facto el Imperio Romano junto con Sexto Afranio Burro. Luego Nerón creció y lo condenó a muerte por una acusación de conspiración que todavía se discute. Séneca se suicidó. Los cristianos ya convertían a Roma. ¿Por qué? El estoico suicida que conoció el poder de Roma, nació al mismo tiempo que Jesús, que vino a redimirnos por el amor. Algo los une, la idea de una existencia sacrificial.

Lunes. Virgilio murió diecinueve años antes de que naciera Jesús, pero compartieron el mismo imperio romano. Uno como creador mítico y poeta del poder, él otro como Mesías de la Voz del Hombre. Hace años, Fogwill daba una charla en el MALBA. Un hombre del público intervino hablando sobre literatura y paranoia. Fogwill le preguntó: ¿vos sos analista? Y el tipo respondió: no, soy loco. Las dos ideas se me vinieron a la cabeza juntas hoy en un viaje en subte.

Viernes. Encuentro una efeméride en la web: “3 de febrero de 1961. El KGB registra el apartamento de Moscú de Vasili Grossman y se lleva el manuscrito, así como los borradores que encuentra e incluso la cinta de la máquina de escribir, de la novela que acaba de terminar, Vida y destino. Le comunican que es aún más peligrosa para el Estado soviético que Doctor Zhivago, y que no podrá publicarla durante, al menos, doscientos cincuenta años. El autor murió tres años más tarde, convencido de que nadie la leería.” Por lo menos la KGB le hizo un lindo elogio al compararlo con Pasternak. Mavrakis: “Hay una carta que le mandan donde le explican la decisión. El mensaje era más o menos este: Stalin era un hijo de puta, pero vos no lo podés decir en Occidente.” Me parecen muy amables, la verdad. Traduje un poema de Pound. Sobre su propia cara en un espejo. “Una cara ajena ahí en el espejo./ Compañía hereje, anfitrión santo,/ Mi rostro tonto afectado por la tristeza,/ ¿Cuál es la respuesta? Vos, la mirada/ que te clavás, y juega y pasa,/ burla, desafío,contraste.”

 

Jueves. Vemos la peli de Poe en West Point. Buenos actores, buenos planos de paisajes nevados. Mia Antonella: “Ya no vas a ver películas mal hechas en Netflix.” Es verdad. Como fuere, todo el ambiente y la recreación decimonónica tan bien logrados se malogran con un doble final, algo tramposo para el espectador. El actor que hace de Poe está muy bien. Pero es Cristian Bale el que tiene siempre la iniciativa. No critico el desdoblamiento, aunque la trama se enreda sin lograr del todo que el golpe final sea contundente. Es Netflix, el nuevo Hollywood. No le puedo pedir un Poe, padre de los autores fragmentarios, Santo Patrono oscuro de nosotros los lectores que no nos conformamos. En un momento, Poe se acerca a la biblioteca del personaje de Bale y dice “ah sí, el previsible Fenimore Cooper…” Es despectivo. Después agarra un tomo de Byron, y lo celebra.

Miércoles. Por una larga y concurrida charla sobre vendedores ambulantes y sus estilos, antes y ahora, caigo en Venta libre, un episodio de El Otro Lado. 1994. Fabián Polosecki en su mejor momento, excelente como periodismo, historia, arqueología y actualidad. Qué máquina YouTube. Busco y encuentro enseguida algo que vi hace casi treinta años en el aparato de televisión de la cocina de mi casa en la calle Campichuelo. Primera frase del programa: “La mejor vendedora que conozco es la ciudad. Trabaja las veinticuatro horas y su sistema de seducción es el exceso. Promete todo. Hasta una vida mejor. Y no espera que uno le crea nada.” Ahora entiendo que esa fue mi escuela para aprender a entrevistar. Mi madre psicoanalista que me marcaba la escucha y el habla en las entrevista de Polo y también de Hora Clave. Me señalaba los silencios, las intervenciones, el ritmo. El programa termina así: “Las historias convencen más que las razones.” Sigo leyendo La Argentina imperial de Larriqueta, un libro excelente.

Lunes. Escribo un artículo sobre Gadda para Revista Paco. Nunca debería haberme ido de la literatura italiana. ¿Literatura portuguesa y brasileña? La enseñé en la facultad. Un gran error. Salvo tres o cuatro autores, Nelson Rodrigues, De Queirós, alguno más, toda una franela de pérdida de tiempo. ¿Francesa? La base para la Argentina del siglo XIX. Sirve, pero tiene un techo. ¿USA? Una escuela. Pero a todas las supera la italiana. A todas.

Lunes, 2 de enero. La ciudad está vacía. En una librería de Corrientes que tiene saldos compro La Argentina renegada y La Argentina Imperial de Daniel Larriqueta a ciento ochenta pesos cada uno. Con ciento ochenta pesos hoy no se puede comprar casi nada. Empiezo a leer La Argentina imperial porque me gusta mucho la tapa, una bandera de la ciudad de Buenos Aires. El prólogo es engolado y forzado. Larriqueta que escribe en la década del 90 y es un viejo cuadro de la UCR alfonsinista se ve en la necesidad de hablar de la democracia y explicar su sistema binario que divide El Plata de las provincias. Lo que sigue es excelente. Un Cuadernillo del mundo donde habla de la transformación española a partir del descubrimiento de América, un Cuadernillo portugués, donde explica la expansión y la decadencia del imperio portugués, y un Cuadernillo Argentina que se desarrolla en ese contexto. La prosa es justa e informativa, por momentos se permite incluso cierta lírica. Larriqueta se ocupa de una historia que es no solo hermosa y dramática, sino imprescindible para entendernos. Sin más, un libro excelente.

Martes. Titular de Infobae: “Se incendió un barco en el Río de La Plata.” La nota dice que mandaron un helicóptero y dos lanchas guardacostas para rescatar a los tres tripulantes. “Las causas del incendio aún están en investigación.” Fuego en el agua, una metáfora común.

Jueves. Volvimos a Buenos Aires. Pasamos la noche en el micro. Buenos Aires nos recibió con la indiferencia de siempre, lo cual me da una secreta alegría. Sobre el mundial y Argentina campeón: había y hay una gran necesidad de emociones verdaderas e identitarias. En un siglo de mentiras y espejismos, volvimos a la tradición.

Jueves. Ayer fuimos con Jerry a despedir al Irizar que zarpaba en campaña antártica desde Dársena Norte. Queda pendiente decir algo más de Thompson, No picnic y su bonhomía. Un libro burocrático sobre la burocracia de la guerra. Sí, pero hay que leerlo. Incluso debería reseñarlo. Es un libro hecho con todo lo que a la Argentina le faltó durante la guerra y al que le falta todos los testimonios, el dramatismo y las historias que nos dejó a nosotros la guerra. Es un libro en negativo. Hay más lírica y mística en una foto del puente del Irizar que en todo el libro de Thompson.