Domingo a la noche. Participé de una feria del libro popular, en una mesa sobre revistas digitales. Después en una librería de Corrientes compré insectos en acrílico y dos viejas revistas Supersexy de principios de los años 90. Una se la regalé a Luis Diego Fernández, al que vi más tarde en Radio Ciudad. También le regalé una mariposa de la noche a Aki.

Lunes. Madre, siempre me dijiste la verdad y yo nunca te creí. Cuando nos sentábamos a la mesa y corríamos los libros me advertías que el entusiasmo tenía dos caras.
Pero yo vivía pegado a la hermosa ingenuidad de la existencia, un hijo más de la sorpresa y la melancolía ignorante. Todos tenemos ideas geniales. Después, la mesa desaparece y entonces empieza la vida adulta. No es tan terrible. Bueno, sí, lo es.
Una vez trabajé quemando juguetes fallados. El plástico se derretía y yo pensaba en navidad. Ahora hay aviones en un cielo azul arrasado por las bombas termonucleares de mi neurosis obsesiva.

Martes. Un titular del Dayl mail: “The next big superfood is cockroach milk which is four times more nutritious than cow's milk.” ¿Qué sabor tiene esa leche? ¿El sabor amargo de la derrota?

Más tarde. ¿Escucho Wagner porque es anti-borgeano?

Miércoles. Cuando tenía unos once o doce años fui a Disney con mi familia. Mi hermano tenía ocho o nueve. Mis recuerdos generales del viaje son impresiones mentales de los juegos y algunas breves escenas. Por ejemplo, mi padre sacándonos rápido pero con discreción de un negocio que vendía souvenirs porque había logrado pasar un billete falso de cien dólares. O la inexplicable cara de aburrimiento de mi madre. En algún momento de la visita escuchamos un pequeño ensamble vocal, unos diez coreutas que cantaban vestidos con ropa del siglo XVIII. Supongo que se trataba de algún tipo de homenaje a la revolución de Estados Unidos. Cuando la música terminó, le pedí a mi padre que me acompañara al baño y pudimos ver como el director del coro caminó a la par nuestra, alcanzó a una de las sopranos y le hizo una breve corrección. Yo miré a mi padre y él me explicó que la estaba retando porque se había saltado una notas. El nombre técnico, me dijo, es recalar. Cuando uno toca o canta una obra y suprime algunas notas lo hace de forma recalada. También presencié la ya clásica situación de extrañamiento que sucede cuando un niño ve a los actores que hay adentro de los muñecos. Aunque a esa edad yo ya comprendía la carga de ficción que anidaba en los disfraces, mi experiencia fue doble. Adentro del Big Bad Wolf de Los Tres Chanchitos había un hombre. Bien, eso era previsible, pero, en este caso, era un hombre negro. Lo vi cuando se había sacado la cabeza de lobo y se refrescaba tomando agua de un bebedero en un área de descanso. Ahora leo que desde que se empezaron los trabajos hasta que se abrió al público, Disney tardó exactamente 365 días en ser construida. No me parece raro, ni sorprendente, sino algo lógico, parte de un proyecto, de un sueño, de un negocio y de una ética.

Jueves. Lo limpio y lo sucio como categorías para pensar el arte, el amor, la amistad, el trabajo. Lo limpio no necesariamente es lo bueno. Lo sucio es el cuerpo. Me resulta una dualidad tan buena como romanticismo y clasicismo. Mozart es claro y limpio, y por contraste sus momentos de oscuridad son sorprendentes y ricos. Pero nunca es sucio. Lo fue en su vida pero no en su obra. Haydn ni en su vida ni en su obra. Los románticos, muy sucios, se acostaban entre sus fantasías y cáscaras de papa. Novalis no, porque era una aristócrata, una especie de tecnócrata de las minas y la vida subterránea, que de paso es un ambiente oscuro y sucio.

Viernes. Carlos Godoy pone en Twitter: “El problema del análisis del mal es que la historia está pensada como un fluir benigno.” Me parece una frase acertada. Una observación pertinente. Con Dios o con las máquinas, en la edad media o en el siglo XVIII, el hombre pensó siempre que era querido. Pero quizás Dios juega a los dados. Al rato busco La construcción, la novela de Godoy, en la biblioteca y la releo. Es un trabajo de un valor difícil de exagerar.