Lunes. Leo cosas sobre las que no puedo escribir.

 

Martes. El otro día encontré en YouTube un diálogo entre un wagneriano y un jungiano. Esas hermosas y sugestivas aberraciones interpretativas, cargadas del peor hectoplasma del superyo, explotan muy bien la poderosa fuerza del narcisismo humano. ¿Qué hay más allá? ¿No es un mundo de sensualidad y poder el que nos espera si nos liberamos de la mediocridad de los otros? ¿Qué mejor que pretendernos iniciados para consagrarnos frente a los demás como únicos? Es la base del tardoromanticismo.

Miércoles. Perdí las ganas de muchas cosas. Es muy posible que las recupere a futuro. Para darme ánimos pienso en esos amplios escritorios soviéticos donde el austero arte ruso era posible. A la antropología clásico del otro, Twitter le opone la antropología miserable del uno mismo. Le acabo de decir a una compañera de trabajo: “No voy a ser yo el que te prohiba leer las cartas de amor que le mandaban a Hitler.” Luego leo: “Querido y delicioso Adolf, debo escribirte porque estoy muy sola.”

Miércoles, más tarde. Un titular: “Grabaron a tres sordos planeando un asesinato en lenguaje de señas.” El copete: “Dos hombres y una mujer llevaron a cabo su plan y arrojaron desde un segundo piso a otro sordo amigo del trío. Una cámara delató su plan.” La nota empieza muy bien: “El 15 de enero de 2015 Robert Wright cayó desde su departamento ubicado en el cuarto piso de un edificio en Melbourne, Australia. Para todos, un suicidio. El hombre, de 36 años, era sordo, sufría de parálisis cerebral y epilepsia, y tenía una discapacidad intelectual. Mucho sufrimiento al que puso fin con su acto. Tres días después de su caída murió en el hospital donde lo habían internado. Un ataque cardíaco cerró el asunto. Pero el caso tuvo un giro inesperado. El hombre no se suicidó. Fue asesinado. Por otros tres sordos que fueron descubiertos de la manera más impensada.” Otro titular: “La policía china trató de atrapar a una mujer suicida con un cartón: murió.” (Gracias a la magia de la sintaxis menor la que muere es la policía china.)

Jueves. La primera transmisión radiofónica del mundo se realizó en la nochebuena de 1906. En 1920, las primeras ondas de radio en la Argentina llevaron el Parsifal de Wagner. Es una historia muy conocida pero no por eso menos interesante. Wagner y la técnica en un teatro argentino. (Me interesa más la versión de Parsifal que lo de la radio, creo.)

Viernes. Qué bueno es el principio de Jaques, el fatalista. Todos los comienzos de novelas son variaciones de ese inicio. Leo poesía de Leonardo Longhi. Y después también de Pablo Ananía.

Viernes más tarde. El eterno retorno y su hermosa aliteración castellana.

Sábado. Me bajé de la web una versión digital de Dios en Tierra del fuego. Mitos y cuentos de los sélknam de Carlos Keller Rueff. El pie de imprenta dice “Empresa Editorial Zig-Zag, Santiago de Chile 1947.” Las fotos que se consiguen en la web son muy buenas. Leo sobre Martín Gusinde. Sobre los ritos selknam. Me atrae mucho el engaño al que sometían sus mujeres, esa “devolución” a la instancia original del matriarcado opresor. Los indios y la corrección política sería un buen tema para un artículo de esos en los que me peleo con nadie por nada. ¿O no es esa la definición de poesía?