Lunes. Encuentro en la web Dante y Virgilio en el infierno de William-Adolphe Bouguereau. El alquimista y hereje Capocchio es mordido en el cuello por Gianni Schicchi, un mercader de identidades, en el octavo círculo del Infierno, el de los falsificadores. Bouguereau vivió ochenta años, pintó ochocientos cuadros y fue un académico con poder y prestigio. No se lo olvidó pero tampoco se lo recuerda mucho. Según Wikipedia, Gauguin, Cézanne y Van Gogh lo ninguneaban. Con esa expresividad, ese nivel de detalle, esa rodilla en la espalda, ese diablo volador, ese vampirismo explícito y ese manejo del color y la luz yo lo siento contemporáneo, fílmico, precursor del pop, de Hollywood, de la Revista Columba. Aparte, Dante y Virgilio parecen dos viejas asustadas, lo cuál me cae simpático.

Martes. Soñé con un psiquiatra militar.

Miércoles. Escuchando una selección de arias de Mozart. Ayer las sonatas de Prokofiev, tocadas por Richter, la 8 y la 9, una vez más. Leo Así lucharon de Carlos M. Túrolo, sobre la guerra, editado por Sudamericana, en diciembre de 1982. Completa y desafía a Los chicos de la guerra, como si fueran el ying y el yang de la primera posguerra. Se nota la diferencia de léxico y sintaxis entre el soldado raso, conscripto, que viene de la vida civil, y el militar de carrera, más duro para hablar, para describir, para expresarse. También leo una vieja nota de BBC que empieza con esta frase: “Penguins are turning to prostitution.” Al parecer las pinguinas de la Antártida intercambian sexo por piedras para sus nidos. “Stones are the valuable currency in penguin terms” dice la Doctora Fiona Hunter, una investigadora de la Cambridge University. La mujer se pasó cinco años observando y estudiando pingüinos. Después de cinco años haciendo eso supongo que uno puede llegar a ver cualquier cosa. Sin embargo, la frase “Penguins are turning to prostitution” tiene la música de la verdad, la mezcla entre lo sajón y lo latino que ofrece el inglés.

Jueves. Leo Algo para nosotros, temponautas, el relato de Dick sobre la máquina del tiempo. Se publicó en 1974 en la revista Final Stage. Los temponautas quedan atrapados en un bucle en el cual siempre vuelven al punto futuro donde ellos están muertos porque no lograron “regresar” bien y explotaron y entonces asisten a sus propio entierros. Como ya es usual a Robles le gusta, pero yo no le termino de encontrar la gracia. O mejor dicho, me parece pobremente escrito, realizado sin estilo, o mejor, con el estilo banal de la narración costumbrista de los Estados Unidos. A little something for us, Tempunauts. El título en inglés me gusta. A little something for us.

Viernes. Escribe, amigo mío, el poema burocrático de los viernes. No se necesita talento sino constancia y, eso sí, como siempre, un poco de astucia.