Lunes. Lo que antes te entusiasmaba ahora tiene el olor y el sabor de la ceniza. El arte es eso que queda cuando el artista se decepciona de todo pero igual sigue trabajando.

Martes. ¿Me voy a pasar todo el verano leyendo a Henry James? La señorita Sturdy en El punto de vista escribe en una carta un párrafo de contundente actualidad. Se trata, entiendo, de una respuesta a la ilustración, a la gestualidad moderna. La traducción es de Ernesto Schoo: “Pero hay cosas sobre las cuales no tengo el menor deseo de expresar mi opinión. El privilegio de la preferencia es el más preciado que poseemos, y sostengo que reconocemos a las personas inteligentes por el uso que hacen de él. La vida está llena de basura, y aquí tenemos nuestra ración de ella. Cuando despiertas a la mañana descubres que durante la noche un montón de desechos ha sido depositado en tu jardín del frente. Rechazo, sin embargo, su presencia en mi predio; hay miles de cosas de las que nada quiero saber. He sobrepasado la necesidad de ser hipócrita: no tengo nada que ganar y todo para perder.”

Miércoles. Leo Trece Llanos de Margarita Martínez. La forma es el aguafuerte pero atravesada de una escritura demorada, algo melancólica, y al mismo tiempo formal, educada, nada periodística, casi técnica. Es un libro serio, adulto, que ofrece esa sensualidad, la de la distancia, y también la de la caminata, claro, la del cuerpo en la grilla de la ciudad. Me genera cierta envidia como la voz narradora se apodera de los lugares y les exige que sean mejores, que sean más vistosos, más ricos, y luego, a veces, se decepciona. Desde ya se puede leer desde la tradición del flâneur, desde la tradición sana y grande del escritor porteño que camina y conoce los recorridos y las calles de los barrios. Pero hay algo más en esos recorridos, en esas descripciones, en esa semiología al paso. ¿Qué es? Margarita Martínez se emociona poco, es fría, es precisa, incluso en sus prejuicios. Hay una mirada erótica pero clasicista y hasta quirúrgica sobre la Buenos Aires romántica. Ese frío, que a veces se entibia, es lo que aporta el libro, su novedad.

Jueves. Soñé que esperaba un helicóptero en una playa. El cielo estaba azul, sin nubes. El mar parecía tranquilo. Pero cuando llegaba algo fallaba en el rotor de cola y el helicóptero que era civil, blanco y con líneas azules, se inclinaba y empezaba a barrer la arena con las aspas. Yo no sentía miedo. No me desperté, y el sueño no siguió. Nada más.

Viernes. ¿Cuál es la idea del amor que tenemos hoy? El amor nunca es uno, siempre es muchos, y la elección define la forma de relacionarse de una sociedad. Hoy el tabú no es el sexo, sino la violencia. Pero no existe sexo sin choque, sin transformación. El deseo embrutece, enturbia. Todo esto es algo muy evidente. Disney propone una idea muy vieja, la del amor romántico sin impurezas, sin fluidos, sin residuos. Un amor de canto provenzal, stilnovista. Un amor del habla correcta y nacional o multinacional, no importa. Un amor de roce mínimo, donde él canta y ella escucha. Tocarse con otro, intercambiar fluidos corporales y gozar, te transforma. ¿Qué dice Disney? El narcisista conservador se pone en alerta. Piensa: “¿si cojo y después soy otra cosa?” Pero no hay duda, el cambio está asegurado. Una de las funciones del amor es alejarnos de la idea de muerte y finitud. Si tomamos atajos, si no pagamos el precio del viaje, la muerte nos dice “yo soy lo previsible, lo inevitable” y se impone. Por todo esto exigir un amor sin conflictos es pedir la muerte. No sé por qué escribo esta obviedades. Quizás porque necesito escribirlas y lo mío es un acto egoísta, punible.